ISSN 2806-5638
South American Research Journal, 5(1), 53-69
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https://doi.org/10.5281/zenodo.17253576 53
Pornografía, violencia de género
contra las mujeres y resistencias
adolescentes: Un análisis herme-
neútico para una educación sexual
feminista-interseccional en el can-
tón Cuenca, Ecuador
Pornography, gender violence
against women and adolescent re-
sistance: A hermeneutic analysis for
a feminist-intersectional sexual edu-
cation in the canton Cuenca, Ecua-
dor
Isabel Gil-Gesto
1
Francisco Alexander Arias-Pallaroso
2
Luis Alberto Herrera-Montero
3
Blanca Esperanza Gutiérrez-Molina
4
¹ Carrera de Género y Desarrollo, Facultad de Jurisprudencia,
Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Cuenca,
Cuenca, Ecuador.
² Carrera de Orientación Familiar, Facultad de Jurisprudencia,
Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Cuenca,
Cuenca, Ecuador.
³ Coordinación de Publicaciones, Facultad de Jurisprudencia,
Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Cuenca,
Cuenca, Ecuador.
Facultad de Jurisprudencia, Ciencias Políticas y Sociales,
Universidad de Cuenca, Cuenca, Ecuador.
Correspondencia:
isabel.gil@ucuenca.edu.ec
Recepción: 9 de julio de 2025 - Aceptación: 23 de septiem-
bre de 2025 Publicación: 8 de octubre de 2025.
RESUMEN
El artículo analiza la relación entre el consumo
de pornografía en la adolescencia, y la reproduc-
ción de prácticas sexuales violentas y sexistas, con
especial atención a la violencia de género contra
mujeres y niñas. El estudio se desarrolló en seis ins-
tituciones educativas públicas del cantón Cuenca
(Ecuador), en contextos rurales y urbanos. Desde
un enfoque feminista-interseccional, se indaga
cómo la nueva pornografía —accesible en línea, sin
restricciones ni mediaciones adultas— configura
imaginarios sexuales basados en la dominación
masculina, la cosificación del cuerpo femenino y la
erotización de la violencia. Metodológicamente, se
adopta un enfoque cualitativo-hermenéutico, a tra-
vés de la técnica de grupos focales con adolescen-
tes, docentes y progenitores. Los resultados mues-
tran correlaciones entre el consumo de pornografía
y la reproducción de prácticas sexuales violentas,
aunque también se evidencian formas de resisten-
cia, conciencia crítica y agencia por parte de los y
las jóvenes. Se concluye que la relación entre por-
nografía y violencia no es lineal ni automática, sino
que se encuentra mediada por factores sociocultu-
rales, educativos y familiares. Asimismo, se plan-
tea la necesidad urgente de fortalecer la educación
sexual con enfoque feminista-interseccional, que
permita desmontar los imaginarios impuestos por
la pornografía y masculinidad hegemónica y pro-
mover discursos alternativos que favorezcan una
sexualidad libre, consensuada y equitativa.
Palabras clave: pornografía; violencia de gé-
nero contra las mujeres, sexualidad, feminismo in-
terseccional
ABSTRACT
This article analyzes the relationship between
pornography consumption in adolescence and the
reproduction of violent and sexist sexual practices,
with special attention to gender violence against
women and girls. The study was carried out in six
public educational institutions in the canton of
Cuenca (Ecuador), in rural and urban contexts.
From a feminist-intersectional approach, we inves-
tigate how new pornography—accessible online,
without restrictions or adult mediation—configures
sexual imaginaries based on male domination, the
objectification of the female body and the erotici-
zation of violence. Methodologically, a mixed de-
sign is adopted: 533 surveys were applied and fo-
cus groups were carried out with adolescents,
teachers and parents. The results show correlations
between pornography consumption and the repro-
duction of violent sexual practices, although forms
of resistance, critical consciousness and agency on
the part of young people are also evident. It is con-
cluded that the relationship between pornography
and violence is not linear or automatic, but is me-
diated by sociocultural, educational and family fac-
tors. Likewise, there is an urgent need to strengthen
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sex education with a feminist-intersectional ap-
proach, which will enable us to dismantle the im-
aginaries imposed by pornography and hegemonic
masculinity and promote alternative discourses that
favor free, consensual, and equitable sexuality.
Keywords: pornography; gender-based vio-
lence; sexuality; intersectional feminism
INTRODUCCIÓN
La pornografía ha tenido una gran influencia
en el desarrollo y la normalización de los diferentes
tipos de violencia de género contra las mujeres, y,
específicamente de la violencia sexual; en un estu-
dio publicado en el 2010, se muestra cómo el 90%
de contenidos pornográficos son de índole violenta,
donde el 70% de las agresiones provienen de hom-
bres y el 87% de las víctimas son mujeres (Brides
et. al, 2010). En una contribución más reciente,
Alario (2018) sostiene que la pornografía y sus pa-
trones hegemónicos contribuyen a la erotización de
la violencia sexual contra las mujeres, a partir de la
representación del deseo femenino asociado a
muestras de placer si éstas son violadas, o a la pre-
sencia de dolor físico durante las prácticas sexua-
les, inclusive con manifestaciones de sufrimiento a
través de gritos, llantos e intentos de huida. La au-
tora también expone como violencia las prácticas
sexuales tales como la humillación o denigración
de las mujeres.
Diversas investigaciones han evidenciado que
la pornografía no solo refuerza las desigualdades de
género, sino que influye en los deseos y en las prác-
ticas sexuales violentas especialmente en un grupo
etario como la adolescencia. De acuerdo con la re-
visión sistemática realizada por Marcos, Villaverde
y Cea (2020) sobre la relación entre consumo de
pornografía entre adolescentes y su influencia en
los comportamientos sexuales, los resultados con-
cluyen que la pornografía es un elemento determi-
nante en el desarrollo psicosexual de la juventud,
influyendo su consumo en sus conductas y creen-
cias sexuales. Un aspecto que consideran preocu-
pante es que los adolescentes que consumen por-
nografía como principal motivación para “aprender
sobre sexualidad”, comúnmente no desagregan da-
tos por género, lo cual normaliza comportamientos
violentos, crea expectativas irreales y altera la res-
puesta sexual (Villena, Mestre-Bach, Chiclana,
2020). Pese a que la mayoría de jóvenes reconocen
que la pornografía muestra prácticas violentas,
también afirman que ésta les aporta ideas para sus
experiencias sexuales, expresan su deseo de llevar-
las a cabo, o afirman haber realizado alguna escena
(Save the Children, 2020; Vélez, 2022).
En la revisión realizada por Marcos et al
(2020), se concluye que la mayoría de los estudios
señalan un influjo negativo del consumo de porno-
grafía en la preponderancia de ciertos comporta-
mientos sexuales violentos; en la misma línea,
otros estudios relacionan “el uso de pornografía y
el desarrollo de estereotipos de género, la visión de
la mujer como un objeto, jerarquías de género y ac-
titudes agresivas en el ámbito sexual” (Villena et
al., 2020, p. 34)”. En una investigación llegada a
cabo por Gallego y Fernández-González (2019) en
el País Vasco (España), se asoció el consumo de
pornografía con más comportamientos de agresión
hacia la mujer en la pareja. Esta asociación estuvo
relacionada con puntuaciones altas en la justifica-
ción de la violencia y en creencias en el mito de la
violación, basadas en distintos estereotipos de gé-
nero y con una mayor normalización de la violencia
sexual (Vélez Barquilla, 2022, p. 176). Asimismo,
son varios los estudios que aportan evidencia de
otras consecuencias negativas del consumo de por-
nografía entre la población adolescente; por ejem-
plo, señalan que empeora el rendimiento escolar,
favorece el consumo de sustancias psicoactivas, au-
menta el riesgo de victimización sexual y la emer-
gencia de problemas psicológicos como la depre-
sión (Moreno et al., 2017; Save the Children, 2020;
Villena et al., 2020)
En el mismo contexto, Ana de Miguel (2021)
encuentra relación entre la pornografía y la educa-
ción sexual de las generaciones más jóvenes, seña-
lando que el consumo masivo de contenidos porno-
gráficos configura un modelo de sexualidad basado
en las desigualdades y violencias. La normaliza-
ción de prácticas, tales como la sumisión femenina,
el dolor como fuente de placer y la falta de consen-
timiento explícito, refuerzan patrones de violencia
sexual que afectan especialmente a niñas y mujeres
jóvenes. Ana de Miguel (2021) sostiene que, en el
marco del neoliberalismo, la opresión patriarcal ya
no es ejercida a través de coacción legal, sino a tra-
vés del mercado. En esta línea, diversas investiga-
ciones han señalado que la pornografía, en particu-
lar aquella que presenta contenido violento o degra-
dante hacia las mujeres, contribuye a la normaliza-
ción de estereotipos de género desiguales y a la per-
petuación de la violencia sexual (Marcos, Villa-
verde y Cea, 2020; Vélez Barquilla, 2022).
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Los hallazgos de la investigación “Consumo
de la nueva pornografía en adolescentes del cantón
Cuenca y su relación con los comportamientos
sexo-afectivos, la violencia sexual y la violencia de
género contra las mujeres, en los años 2020, 2021
y 2022”, realizada por la Carrera de Género y Desa-
rrollo de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias
Sociales y Políticas de la Universidad de Cuenca
(Ecuador), presentados en este artículo, sin em-
bargo, sugieren que la relación entre consumo de
pornografía y violencia de género contra las muje-
res no es tan lineal ni automática, sino que se in-
serta en un sistema más amplio de influencias so-
cioculturales, familiares y educativas. El consumo
de pornografía puede producir, reproducir y refor-
zar las desigualdades estructurales de género que
existen en la sociedad. Entonces, esta pornografía,
como un tipo de mainstream, “colabora en la cons-
trucción del deseo sexual masculino hegemónico,
enseña a los varones a convertir a las mujeres en
objetos sexuales” (Alario, 2018, p. 69), y tiende a
mostrar a las mujeres como materiales disponibles
para el placer masculino, contribuyendo a la cosifi-
cación y a la naturalización de la violencia de gé-
nero contra las mismas. No obstante, la falta de una
relación directa e inmediata entre el consumo de
pornografía y determinados comportamientos se-
xuales violentos, puede indicar que los y las ado-
lescentes, aunque expuestos/as a estos contenidos,
tendrían condiciones para desarrollar una capaci-
dad crítica que distinga entre lo que ven en la por-
nografía y las normas sociales más amplias sobre la
violencia.
El análisis feminista-interseccional permite
abrir una discusión sobre la importancia de la edu-
cación sexual en la transformación de actitudes se-
xistas y machistas. Es esencial incluir la reflexión
crítica sobre la pornografía en la educación sexual
de los y las adolescentes, considerando no solo el
acceso a contenidos, sino también sus interpreta-
ciones en contextos de relaciones de poder y subor-
dinación. La toma de conciencia crítica, tal como
se observa en algunos testimonios de la investiga-
ción, muestra que existe un potencial para cuestio-
nar las normativas establecidas por la pornografía
y transformar las actitudes hacia las mujeres .Es re-
levante, en consecuencia, reflexionar sobre la rela-
ción entre el consumo de la pornografía, mejor aún,
la nueva pornografía (aquella relacionada con las
sociedades del conocimiento, la información y las
redes sociales), con la violencia de género contra
las mujeres desde una mirada crítica, feminista e
interseccional frente a las sociedades patriarcales
del siglo XXI, tomando en cuenta el contexto de la
investigación, el cantón Cuenca, donde la educa-
ción sexual es coartada y la sexualidad sigue siendo
presentada desde discursos de masculinidad hege-
mónica, rodeados-gobernados por la industria por-
nográfica. La masculinidad hegemónica se la com-
prende como la dominación generalizada y difun-
dida por el poder social-patriarcal, que articula el
machismo, el clasismo, el colonialismo, entre
otros, que imponen las élites sociales y que son asu-
midos como normales entre diversas poblaciones.
(Connell y Wood, 2005)
Así, es fundamental desmontar los imaginarios
impuestos por esta pornografía y masculinidad he-
gemónica, para promover otros tipos de narrativas
que fomenten una sexualidad libre, consensuada y
equitativa. Además, es necesario tomar en cuenta
el concepto de agencia en los y las adolescentes,
desde una mirada situada frente a un consumo acrí-
tico de la pornografía. Si bien es cierto que no se
trata de una autonomía plena, si se puede establecer
cierta capacidad de actuación en el marco de con-
textos estructurales de desigualdad, tomando deci-
siones, resignificando normas impuestas y gene-
rando resistencias (Kabeer, 1999; Butler, 2004), in-
cluso aunque éstas sean parciales.
Desde una perspectiva feminista-interseccio-
nal, partimos de que, pese al gran peso que tienen
los mandatos de género, el discurso pornográfico
hegemónico y las presiones del grupo de pares, los
y las adolescentes no son sujetos pasivos, sino ac-
tores de agencia, entendida ésta como “aquella ca-
pacidad de actuar de los/as adolescentes dentro de
un marco estructural donde se generan redes y re-
laciones en las cuales los sujetos construyen su po-
sibilidad de acción” (Crespo Romero, 2019, p.5).
Como sostiene Ana de Miguel (2021), en el con-
texto de las sociedades contemporáneas, que viven
una constante contradicción entre el compromiso
social con el valor de la igualdad y la intolerancia a
las agresiones sexuales y el libre acceso a conteni-
dos pornográficos como escuela de misoginia y
violencia, la agencia adolescente se entiende en el
marco de “la marginalidad del contexto en la que
se desarrolla y lo que ser adolescente significa en
este contexto” (Crespo Romero, 2019, p.5). Esta
agencia adolescente, desde diferentes roles de gé-
nero, en contextos de marginación, presenta “nego-
ciaciones, tácticas de resistencia o inclusive la re-
producción de esquemas de sujeción que les
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permiten actuar para responder a sus circunstan-
cias” (Crespo Romero, 2019, p. 6).
Por lo expuesto, se toma el concepto de “resis-
tencia cotidiana”, acuñado por Scott (2000), que se
refiere a “aquellas prácticas a través de las cuales
los subordinados aprovecharían los intersticios que
deja el sistema para aliviar su opresión” (Carrera,
2020, p. 174) y que lleva a plantear que, determi-
nados comportamientos de los y las adolescentes, a
partir de desacuerdos o cuestionamientos simbóli-
cos, constituyen formas de resistencia juvenil
frente a la normalización de la violencia sexual.
Ahora bien, pese a estos potenciales actos de mi-
cro-resistencias, cabe preguntarse si éstos pueden
considerarse una resistencia real al poder o si los y
las protagonistas de los mismos son plenamente
conscientes o no, en el sentido de la toma de con-
ciencia crítica freiriana, de que llevan a cabo actos
de resistencia (Carrera, 2020). También cabe pre-
guntarse, en esta etapa etaria de la adolescencia, en
el contexto de la sociedad de las TICs y de las redes
sociales, si la presencia de determinadas prácticas
de riesgo, tales como el proporcionar información
personal que viola la privacidad y seguridad, el sex-
ting o grooming, la normalización del dolor en ca-
lidad de placer, el difundir mensajes ofensivos, el
llamar alguien para acosar, entre otras, pueden es-
tas ser resignificadas como pruebas de deseo se-
xual. La sexualidad, como señala Roldán (2022), es
dinámica, pues no deseamos lo mismo a lo largo de
la vida y ello se encuentra ordenado por relaciones
sociales de género.
En consecuencia, con lo argumentado, no es lo
mismo habitar el cuerpo de un hombre que el de
una mujer u otras identidades de género. En la ado-
lescencia, por tanto, resulta clave “el aprendizaje de
sus iguales y la búsqueda de referentes externos”
(Roldán, 2022 p.79), donde el “internet es para la
adolescencia lo que los cuentos para la infancia: se
aprenden modelos desde la fantasía, se repiten para
fijar, y se llevan a la práctica” (Roldán, 2022, p.
83). En este sentido, para la adolescencia el porno
y ciertas redes sociales, con su porno-lenguaje, re-
producen una estructura social rígida, universal, re-
petida hasta la saciedad, cargada de estereotipos de
género, que provoca una desconexión con el deseo
propio y que bloquea la exploración y el descubri-
miento. De este modo, se termina por normalizar
la violencia que supone esa exhibición obscena y
jerarquizada de los cuerpos, donde se va integrando
que el cuerpo de las mujeres tiene un precio que
diluye su valor. (Roldán, 2022, p. 84). Al respecto,
un estudio de Childfund (2025) en Ecuador muestra
datos muy preocupantes en la temática: 3 de cada
10 NNA han sufrido intimidación o agresión a tra-
vés de medios en línea, el 52% de casos violencia
sexual digital, registrados por la Fiscalía, tiene re-
lación con el grooming (acoso y abuso sexual on-
line). También se identificaron 22 formas de vio-
lencia digital, como la suplantación de identidad,
delitos de trata y de producción material con abuso
sexual infantil.
La erotización del dolor, la dominación/sumi-
sión y la falta de consentimiento (de Miguel, 2021)
o consentimiento viciado, son especialmente im-
portantes en esa etapa vital de la adolescencia,
donde la exploración de las identidades se encuen-
tra en tensión con las exigencias normativas de gé-
nero y la necesidad de reconocimiento entre pares.
En el presente artículo, se expone la relación
entre el consumo de la nueva pornografía y la vio-
lencia sexual contra las mujeres, con especial aten-
ción a su influencia en la reproducción de la vio-
lencia de género contra las mujeres en seis institu-
ciones educativas públicas, tanto rurales como ur-
banas, del cantón Cuenca (Ecuador). En cuanto a
los objetivos, se plantea identificar los patrones de
consumo de pornografía y su relación con paráme-
tros de violencia de género contra las mujeres en
las instituciones educativas seleccionadas. Se
busca analizar los contenidos de la pornografía y
las prácticas de violencia previamente identificadas
en diálogo con determinadas producciones teóricas
del feminismo-interseccional. Finalmente, se bus-
cará explicar los resultados obtenidos, desde los al-
cances y limitaciones del proceso investigativo y
analítico realizado. Cabe resaltar que, el consumo
de pornografía y su relación con la violencia de gé-
nero contra las mujeres, ha sido objeto de diversas
investigaciones, sin embargo, pocos estudios abor-
dan este fenómeno desde un enfoque de género y/o
feminista-interseccional, el cual contemple las
múltiples capas de poder, cultura y violencia que
atraviesan las experiencias de las personas.
El concepto “interseccionalidad”, entendido
como “imbricación de opresiones que se afectan
mutuamente” (Viveros, 2023, p. 31) y, que hemos
utilizado en este estudio, parte de la teoría desarro-
llada por Kimberlé Crenshaw en 1989, que sostiene
que las opresiones no son experimentadas de ma-
nera aislada, sino que se entrelazan y se amplifican
a través de diversas identidades y contextos socia-
les. En lugar de analizar el género en rminos
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binarios (hombres y mujeres), un enfoque intersec-
cional reconoce que las experiencias de las perso-
nas son complejas y diversas, influenciadas por
factores como la raza, la clase social, la edad, la
orientación sexual, y la identidad de género, lo cual
permite abordar el tema del consumo de pornogra-
fía de manera holística, reconociendo que las diná-
micas de poder, tanto en el ámbito físico como di-
gital, están marcadas por múltiples ejes de discri-
minación y desigualdad que requieren una com-
prensión más amplia.
Para efectos de esta investigación, adoptamos
el concepto de violencia de género contra las muje-
res, en tanto categoría analítica y jurídica que per-
mite abordar de manera específica las violencias
que sufren las mujeres por el hecho de serlo, espe-
cialmente en sus vivencias sexo-afectivas durante
la adolescencia. Esta noción se sustenta en el marco
normativo internacional, como la Convención so-
bre la Eliminación de todas las Formas de Discri-
minación contra la Mujer (CEDAW, 1979) y la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancio-
nar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Con-
vención de Belém do Pará, 1994), que reconocen la
violencia de género como una manifestación de las
relaciones desiguales de poder entre hombres y mu-
jeres. A nivel nacional, la Ley Orgánica Integral
para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las
Mujeres (Ecuador, 2018) define a esta violencia es-
pecífica, en su artículo 4, como: “cualquier acción
o conducta basada en su género que cause muerte,
daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, pa-
trimonial o económico a las mujeres, tanto en el
ámbito público como en el privado”. Esta defini-
ción concreta y específica difiere del uso más am-
plio del término “violencia de género”, que puede
incluir situaciones que afectan a otras identidades
de género y orientaciones sexuales. En el presente
estudio, centramos nuestro análisis exclusivamente
en la violencia ejercida contra las mujeres e identi-
dades feminizadas adolescentes, como reconoce la
LOIPECCM, por su condición de género, y en la
relación de dicha violencia con el consumo de por-
nografía en el contexto educativo de esta investiga-
ción en el cantón Cuenca.
METODOLOGÍA
El análisis partió de un enfoque hermeneútico,
aplicado en seis unidades educativas blicas del
cantón Cuenca: Mario Rizzini, Alberto Andrade
Arízaga-Brummel, Amadeo Maldonado Vásquez,
Benigno Malo, Gaspar Sangurima, Luis Monsalve
Pozo, para conocer la prevalencia del consumo de
pornografía en adolescentes de dichas institucio-
nes. Se entiende por hermeneútica a procesos me-
todológicos de interpretación, muy utilizado en la
filosofía fenomenológica y en las ciencias sociales
inspiradas en la etnometodología (Bauman,2002).
Este enfoque cualitativo permitió explorar las per-
cepciones, significados y experiencias subjetivas
de los/as estudiantes, docentes y progenitores. Es
decir, desde un alcance reflexivo-crítico, se buscó
no sólo describir y comprender los discursos de las
y los adolescentes, sino profundizar sus narrativas
en torno a las estructuras sociales y culturales que
reproducen los contenidos pornográficos y la vio-
lencia de género contra las mujeres a partir de gru-
pos focales desde narrativas y discursos de partici-
pantes que permiten comprender las percepciones
y experiencias subjetivas de los y las adolescentes,
apoyado por las narrativas de las comunidades edu-
cativas: madres, padres y docentes.
La recolección de datos incluyó 8 grupos foca-
les con adolescentes estratificados por edad (12-15
y 16-18 años), sexo (varones/mujeres) y zona geo-
gráfica (urbana/rural); y 7 grupos focales con pro-
genitores y representantes legales del estudiantado,
segmentados bajo los mismos criterios para con-
trastar perspectivas intergeneracionales.
Una de las premisas clave de la investigación
fue el uso de un lenguaje inclusivo que respetara las
identidades de género, por lo que nos referimos a
"hombres” y “mujeres" adolescentes. Las respues-
tas de estos grupos fueron significativas desde una
perspectiva interseccional, dado que las pocas per-
sonas identificadas, fuera de las categorías binarias,
mostraron un mayor nivel de conocimiento sobre
las prácticas violentas presentes en la pornografía.
Aunque estos datos no tuvieron relevancia estadís-
tica para incluirlos en los resultados generales, su
análisis contribuye a una comprensión más amplia
sobre las dinámicas de poder y violencia, recono-
ciendo que los márgenes de la sociedad también de-
ben ser visibilizados.
Sin embargo, es necesario señalar las limita-
ciones del enfoque feminista-interseccional en la
recolección de datos de la investigación realizada.
A pesar de que el estudio se planteó con un enfoque
feminista-interseccional, el cual busca abordar la
complejidad de las experiencias de las personas a
través de diversas dimensiones sociales como el gé-
nero, la orientación sexual, la clase social, y la raza,
se presentaron diversas dificultades al intentar
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aplicar este enfoque de manera exhaustiva. Uno de
los principales desafíos estuvo relacionado con la
recolección de datos sobre las experiencias de los y
las adolescentes desde estas diferentes categorías
interseccionales. La población protagonista, com-
puesta principalmente por adolescentes, mostró re-
ticencias o limitaciones para expresar con claridad
sus experiencias y perspectivas en relación con
identidades de género, orientación sexual y otras
características interseccionales. Esta dificultad es
atribuible a varios factores, entre ellos: la falta de
un lenguaje adecuado para abordar estos temas de
manera abierta y sin estigmas y la presión social o
familiar que puede influir en la identificación y ex-
presión de estas características. Durante la sistema-
tización y análisis de citas de los grupos focales se
tomaron en cuenta los criterios siguientes: selec-
ción de narrativas recurrentes en cada grupo; iden-
tificación de testimonios que representen incomo-
didad natural etaria de los y las adolescentes al tra-
tar temas personales y sensibles; y manifestación
de resistencias en cuanto a las prácticas analizadas
en los entornos educativos de investigación. Enton-
ces, ya que el enfoque interseccional no solo es un
marco teórico, sino una herramienta para hacer vi-
sibles las experiencias marginalizadas, cabe señalar
las dificultades metodológicas que eso implica, de-
bido a la complejidad misma del contexto y su po-
blación.
RESULTADOS
Correlación entre consumo de pornografía y
prácticas sexuales violentas: brechas de género e
interseccionalidad
Desde una perspectiva feminista-interseccio-
nal, es necesario comprender que el consumo de
pornografía no impacta de la misma manera en to-
das las identidades de género ni produce efectos ho-
mogéneos en las prácticas sexo-afectivas de los y
las adolescentes. Si bien los datos recabados en
esta investigación no permiten un análisis comple-
tamente desagregado a través de todas las catego-
rías interseccionales (como clase social, etnia, etc.),
los hallazgos facilitan, no obstante, identificar bre-
chas significativas de género, así como tendencias
diferenciadas por edad y orientación sexual.
Los resultados muestran que los varones ado-
lescentes presentan un mayor consumo de porno-
grafía en línea, especialmente en la adolescencia
tardía (entre los 15 y 18 años). Lo destacable en
este grupo es su mayor nivel de conciencia crítica
respecto a los vínculos entre pornografía y violen-
cia sexual contra las mujeres, algo que, aunque no
relevante desde el punto de vista estadístico, re-
sulta significativo desde una mirada cualitativa y
política basada en la interseccionalidad. Este ha-
llazgo reafirma la importancia de incluir las voces
marginalizadas. En cuanto a la información com-
partida por participantes en el proceso de investiga-
ción, se muestra que las personas heterosexuales
tienden a consumir más pornografía que las de otras
orientaciones sexuales (población LGBTIQ+): en
particular, el 56% de hombres heterosexuales re-
porta consumo de pornografía en comparación al
40% de quienes se identifican con otras orientacio-
nes sexuales. Esta diferencia también plantea inte-
rrogantes sobre la forma en que la pornografía,
desde el predomino de la masculinidad hegemónica
mayoritariamente heteronormativa, misógina y
violenta interpela de manera distinta a quienes
no se reconocen en ese modelo.
Por otro lado, si bien los varones tienden a re-
producir prácticas asociadas a la dominación o a la
violencia sexualizada (como el sexo sin consenti-
miento explícito o la humillación sexual, psicoló-
gica y física), las mujeres adolescentes tienden a
adoptar un rol más pasivo en estas experiencias,
aunque no de forma acrítica. En varios relatos re-
cogidos en los grupos focales, se evidencian formas
de micro-resistencias, en las que las adolescentes
cuestionan, rechazan o intentan renegociar ciertos
comportamientos sexuales, aprendidos a través de
la pornografía. Estas resistencias, aunque sutiles o
contradictorias, representan expresiones de agencia
situada en contextos de presión normativa y de-
sigualdad estructural. En otras ocasiones, expresan
las violencias que experimentan mujeres, como lo
reconoce una participante en la investigación:
"Ver pornografía solo traerá más violencia en
parejas" (A7AM_M, 2024)
"El miedo…. porque a veces como en la pareja,
el miedo porque tu pareja te pide que hagan algo
ahí en lo pornográfico" (A5GS_M, 2024).
"Ósea en algunos casos pueden ser adictos a
esas pornografías y... convenzan a la chica a hacer
este tipo de cosas y experimentar lo que él vio"
(A6GS_M, 2024).
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"Normalmente se burlan de las cosas... a veces
por ver esos videos degradan más a las mujeres”
(A6GS_M, 2024)
Sin embargo, otra participante señala:
Los hombres consumen la nueva pornografía
y debido a eso tienen una mentalidad más abierta"
(A1-7LMP_M, 2024)
En síntesis, si bien no puede afirmarse una re-
lación causal directa entre el consumo de pornogra-
fía y las prácticas sexuales violentas, los datos de la
investigación permiten establecer una correla-
ción significativa entre género, edad y orientación
sexual (heterosexual y personas LGBTIQ+) con el
consumo de pornografía y la reproducción de prác-
ticas sexuales asociadas a la violencia simbólica, fí-
sica, sexual y psicológica contra las mujeres. Desde
una mirada feminista-interseccional, esto implica
reconocer cómo los sistemas de género y sexuali-
dad actúan en intersección con otras estructuras de
poder, influyendo en la manera en que los y las ado-
lescentes acceden, interpretan y reproducen los
contenidos pornográficos en sus vidas.
Prácticas como “jalar el cabello”, asfixiar” o
“tapar la boca” pueden verse no solo como actos de
violencia, sino también como actos que involucran
riesgo y validación grupal, especialmente en hom-
bres adolescentes. En particular, la correlación sig-
nificativa entre el consumo de pornografía y la
práctica de "jalar el cabello" en adolescentes varo-
nes sugiere que, si bien este comportamiento espe-
cífico no es universal, es un ejemplo de cómo la
erotización de la violencia sexual se reproduce a
través de los medios de comunicación, información
y redes sociales. Este hallazgo es consistente con la
idea de que la pornografía, al mostrar a las mujeres
como objetos sexuales disponibles para el placer
masculino, contribuye a la cosificación y objetiva-
ción del cuerpo femenino (Alario, 2018; Ballester,
2023).
“Pueden presentar conductas que no son nor-
males, como jalarnos el pelo [...] y lastimarnos"
(A1LMP_M, 2024)
Los resultados muestran una correlación esta-
dísticamente significativa entre el consumo de por-
nografía y la práctica de “jalar el cabello” entre
hombres adolescentes, especialmente en el grupo
etario de adolescentes tardíos, de 15 a 18 años.
Según Campó (2025), la Organización Mundial de
la Salud (OMS, 2018) divide la adolescencia en dos
fases principales: la adolescencia temprana (apro-
ximadamente de 10 a 13 años) y adolescencia tar-
día (aproximadamente de 15 a 19 años); para efec-
tos de la investigación, y de acuerdo a los niveles
educativos que marca la segmentación vertical del
sistema educativo ecuatoriano, se tomaron dos gru-
pos de edad entendidos como adolescencia tem-
prana (de 12 a15 años) y adolescencia tardía (de 16
a 18 años). La adolescencia temprana implica el
inicio del desarrollo de una identidad propia, que
provoca un aumento de la curiosidad y el interés
por la autonomía, aunque todavía dependan en gran
medida de su familia (Campó, 2025). Por su parte,
como señala Caricote (2009), la adolescencia en
etapa tardía es caracterizada por muchos más cam-
bios e inquietudes, donde la sexualidad se entiende
de una forma más elaborada, y “lo fundamental es
pasarla bien, sin restricciones, sentir placer por el
placer mismo, acumular experiencias sexuales,
compitiendo con sus pares para ver quién da más y
quien llega más lejos” (Caricote, 2009, p. 416). En
la investigación, fueron precisamente los varones
adolescentes tardíos quienes comunicaron en ma-
yor medida comportamientos como el jalado del
cabello. Estas prácticas no son actos neutros. En el
marco de una cultura patriarcal, éstas representan
la erotización de la dominación masculina sobre
cuerpos feminizados. Históricamente, el cabello ha
funcionado como símbolo de feminidad y control
social, lo que convierte el acto de “jalar” en un
gesto de poder simbólico y físico. Desde la porno-
grafía y masculinidad hegemónica, estas acciones
se presentan como naturales (sin consentimiento),
deseables (mito de la sumisión femenina) y parte
de una sexualidad genitocéntrica, falocéntrica y
coitocéntrica.
En otras prácticas como la asfixia, amarrado,
mordidas, cachetadas, gritos o insultos, no se en-
contraron asociaciones estadísticamente signifi-
cativas con el consumo de pornografía. Sin em-
bargo, los datos descriptivos indican que son ma-
yoritariamente los hombres quienes reportan en
mayor medida este tipo de pcticas: 7% en el caso
de amarrado”, y 11% en el caso de “asfixia”.
Aunque dichas prácticas no son frecuentes en la
muestra, diversos estudios internacionales (Uni-
versidad de Hamburgo, Reikiavik, Melbourne y
Queensland, 2023-2024) evidencian un aumento
de las mismas en los y las venes. Sen Barría
(2024), la difusión de estas prácticas se produce a
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través de plataformas como TikTok o Instagram,
lo que limita su acceso a generaciones mayores,
pero las normaliza entre adolescentes. Estas prác-
ticas pueden causar consecuencias graves como
hipoxia, daño cerebral o alteraciones cognitivas,
lo que vuelve crítica su problematización desde la
salud sexual y los derechos humanos. Estos datos
pueden interpretarse como manifestaciones de la
“pornificación de la cultura” (Dines, 2010) de
nuestras sociedades, desde edades muy tempranas,
donde la erotización de la dominacn masculina
se integra y normaliza en las prácticas sexuales co-
tidianas.
El hecho de que las mujeres no reporten reali-
zar prácticas como asfixia o amarrado refuerza la
hipótesis de una asimetría de género. Las mascu-
linidades adolescentes estarían reproduciendo
gestos de dominio corporal sin identificarlos posi-
blemente como violencia, al considerarlos parte
del deseo sexual. Esto visibiliza la necesidad de
repensar la educación sexual desde una ética del
consentimiento, la igualdad y la no violencia.
Por otra parte, también se exploró el rol de la
religiosidad respecto del consumo de la pornogra-
fía y las prácticas sexuales violentas contra las
mujeres en los y las estudiantes adolescentes. En
necesario señalar que en Ecuador la religiosidad
juega un papel importante en la vida cotidiana, es-
pecialmente en cantones como Cuenca. Así la re-
ligiosidad, desde diferentes confesiones, mayori-
tariamente católica, se encuentra marcada por
mandatos estrictos de género y tiene un impacto
directo en las percepciones de la sexualidad y las
relaciones de poder entre hombres y mujeres (se-
gún el Censo Nacional de Población y Vivienda
de 2010, el último realizado en forma cnica y
concreta a nivel nacional, el 80.4% de ecuatoria-
nos se identifican como católicos, 11.3% como
evangélicos, 1.2% testigos de jehová y 6.9% otras
religiones). En la investigación realizada, no se
encontró una relación significativa entre el nivel
de religiosidad y la adopción de prácticas sexuales
violentas (como insultos o amarrado). Este ha-
llazgo sugiere que, en términos generales, el nivel
de religiosidad no parece predecir directamente
las prácticas violentas entre los y las adolescentes
de la investigación. Sin embargo, los datos des-
criptivos indican que personas con alta religiosi-
dad reportan con mayor frecuencia no haber repro-
ducido prácticas como insultos o amarrado. Este
hallazgo puede implicar que las creencias religio-
sas, especialmente las vinculadas a valores de
respeto y moralidad, podrían funcionar como un
factor protector contra la adopción de comporta-
mientos violentos. Las creencias religiosas po-
drían estar asociadas con el consumo restringido
de pornografía, lo cual, a su vez, reducirían la ex-
posición de los y las adolescentes a representacio-
nes sexualizadas de violencia y dominación, pero,
quizás, no tanto desde la autonomía, sino desde la
represión. Una participante describe la porno-
grafía como "un medio para ver cosas que son para
mayores, indebidas" (A3LMP_M,2024).
De hecho, se puede inferir que la religiosidad
funciona como un mecanismo de represn sexual
más que de protección, especialmente en el caso
de las mujeres, por un contexto social de rreos
mandatos de nero. De hecho, a partir de los gru-
pos focales que se trabajaron con madres, padres
y representantes legales, en sus narrativas surgie-
ron comentarios que subrayan la importancia de la
religiosidad en la educación diferenciada de sus
hijos e hijas.
En el contexto de sociedades conservadoras,
los mandatos de género rígidos pueden influir en
las expectativas sobre el comportamiento sexual
de hombres y mujeres. En este sentido, la religio-
sidad no solo influye en las creencias sobre la se-
xualidad, sino que también refuerza estereotipos
de género que perpetúan la desigualdad en las re-
laciones íntimas. Las mujeres pueden verse más
sometidas a normas restrictivas sobre su sexuali-
dad, mientras que a los hombres se les otorga una
mayor libertad en su exploración sexual, sin cues-
tionar prácticas de poder o dominación.
Relación entre consumo y prácticas violentas
según los agentes de educación sexual
La investigación, además de los relatos de los
y las adolescentes, también incluyó las otras voces
de la comunidad educativa, que implican a cargos
directivos, docentes, madres, padres y tutores, re-
conocidos como agentes clave en la socialización y
educación sexual de los y las adolescentes. Sus vo-
ces permiten ampliar la comprensión del vínculo
entre el consumo de pornografía y las prácticas se-
xuales violentas, desde su rol formador, mediador
o regulador de la sexualidad adolescente.
La asociación entre consumo de pornografía y
prácticas sexuales violentas se puede ver reducida
en quienes reciben información de diferentes agen-
tes educativos (familia, escuela, docentes), lo que
respalda la hipótesis de que la ausencia de
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educación crítica favorece la adopción de guiones
de masculinidad hegemónica y pornográfica como
modelos relacionales (Barquilla, 2022).
Los hallazgos, como revelaron los y las adoles-
centes participantes en la investigación, muestran
una falta de impacto significativo de la educación
formal, que sugiere que los programas actuales so-
bre sexualidad (en el caso de la estrategia nacional
de educación integral en sexualidad (INEIS, 2023),
que tienen como finalidad la implementación,
apoyo y seguimiento de la Educación Integral en
Sexualidad a nivel nacional, zonal, distrital y de
instituciones educativas en el Sistema Nacional de
Educación) son inexistentes o son insuficientes o
no abordan críticamente las dinámicas de poder y
género. Esto se refleja en las narrativas de los y las
adolescentes, quienes demandan una educación se-
xual integral, que deconstruya los estereotipos de la
pornografía mainstream o hegemónica, coinci-
diendo con investigaciones que señalan su rol en la
cosificación femenina (MacKinnon, 1989). Los y
las adolescentes son conscientes de que no están re-
cibiendo la educación sexual pertinente:
"...la educación sexual debe ser dada por pro-
fesionales..." (A6AM_M, 2024).
Desde una lectura feminista-interseccional, se
revela una profunda crisis de la educación sexual
formal e informal. Frecuentemente, las personas
adultas responsables de la formación afectivo-se-
xual de adolescentes carecen de marcos analíticos
y políticos para entender la etapa etaria de la ado-
lescencia dentro de un sistema patriarcal más am-
plio que incluye a la pornografía como maquinaria
cultural de normalización y erotización de la vio-
lencia. En el estudio, se observaron correlaciones,
con un nivel de significancia del 5 al 10%, entre el
consumo de pornografía y la práctica de jalar el ca-
bello y haber recibido algún tipo de educación se-
xual por parte de las madres, los padres, parejas,
amigos/as, docentes, así como internet y apps. Es
la única práctica en la que hay relación con todos
los agentes involucrados en la educación sexual.
Este patrón sugiere que, ante la ausencia de una
educación sexual proveniente de varias fuentes, el
consumo de pornografía podría relacionarse con la
reproducción de conductas físicas o sexuales
aprendidas a través de dichos contenidos, situación
que se evidencia en las narrativas de las y los ado-
lescentes al demandar que la educación sexual debe
ser impartida por profesionales, reconociendo que
ésta es crucial para contrarrestar los efectos negati-
vos del consumo de la pornografía desde el predo-
minio de la masculinidad hegemónica. La educa-
ción sexual tendría un efecto protector al reducir o
evitar esta asociación.
La idea de la pornografía como pedagogía
plantea que el consumo de la misma no es un acto
pasivo o recreativo, sino que funciona como un
proceso educativo informal en la que los y las ado-
lescentes moldean las expectativas, los deseos y las
prácticas sexuales en ausencia de otras fuentes de
información crítica. En este sentido, si los agentes
educativos (padres/madres/ Estado/escuela) se au-
sentan, se produce un refuerzo de violencias nor-
malizadas a través de internet (caracterizadas por
dinámicas de dominación, cosificación y algorit-
mos que promueven la pornografía violenta) y de
amigos-amigas que reproducen mitos sin enfoque
de género. Esto es particularmente preocupante,
como señala Barquilla (2022), porque la ausencia
de educación crítica lleva a que estos guiones se na-
turalicen, dificultando que los y las adolescentes
distingan entre ficción pornográfica y relaciones
reales basadas en el consentimiento y el respeto.
No se identifica diferencia respecto a la educa-
ción sexual del profesorado, lo cual puede reflejar
limitaciones en la forma en que se está impartiendo
la educación sexual en las escuelas (por ejemplo,
con enfoques biologicistas, moralistas y sin incor-
porar análisis de poder y género). Las instituciones
educativas no parecen responder a las demandas de
los y las adolescentes.
“Cuando en realidad usted sabe que no es eso,
más bien es un medio para la procreación. Es un
medio para la sobrevivencia desarrollado a través
del compromiso, como les decía ayer en clase a los
jóvenes”… (E1AMV_D, 2024 ).
“La manera que ellas están denigrándose prác-
ticamente, usando sus bailes, la ropa que utilizan
misma osea no, es malo” (D2GS_M,2024).
“Las niñas ahora son más despiertas que los
varones y ellas conversan más sobre sus te-
mas…Los varones más bien son los que tienen
como que un poco de vergüenza para preguntar,
pero más abiertas son las mujeres” (D2B_M,
2024).
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En la escuela nos enseñan sobre relaciones,
pero no siempre es suficiente. Necesitamos más
apoyo en casa." (A3BR_M, 2024).
Pero en casa, tampoco encuentran apoyo.
Como muestra la investigación, existen silencios o
una evasión sistemática cuando se trata de hablar
sobre sexualidad, lo que los lleva a sentirse so-
los/as, confundidos/as o incluso culpables por sus
deseos, prácticas o dudas.
Me gustaría poder hablar con mis padres sobre
mis relaciones, pero no cómo hacerlo. A veces,
siento que no les interesa." (A5GS_M, 2024)
Esta ausencia de acompañamiento afectivo e
informativo es vivida como una forma de negligen-
cia emocional, donde los y las adultas no ejercen su
rol de cuidado en un tema como es la sexualidad,
fundamental para su desarrollo. Desde una mirada
feminista-interseccional, esta desconexión interge-
neracional no solo refleja una crisis de comunica-
ción entre adolescentes y adultos/as, sino también
una crisis de cuidado. Desde la perspectiva de la
economía feminista, entendemos los cuidados
como el conjunto de actividades, trabajos y proce-
sos orientados a sostener la vida y el bienestar de
las personas, incluyendo tanto el cuidado material
como el afectivo y emocional (Pérez Orozco,
2014). La educación sexual, entonces, no es sim-
plemente la transmisión de información biológica o
normativa, sino una práctica relacional, ética y po-
lítica que requiere empatía, respeto, y disposición
para acompañar procesos identitarios complejos.
El análisis muestra que los agentes de educa-
ción sexual reproducen, muchas veces de forma in-
consciente, los mismos discursos sexistas y estig-
matizantes que pretenden combatir. Las adolescen-
tes son más reguladas y vigiladas, mientras que a
los varones adolescentes se les permite o naturaliza
un consumo mayor de pornografía. Estas asimetrías
refuerzan las brechas de género en el acceso al pla-
cer, al consentimiento y al conocimiento sobre se-
xualidad.
“Antes el consumo era mayor en hombres,
ahora es equitativo... pero los varones replican más
conductas agresivas" (E2GS_A, 2024).
“Las niñas tienen mayor riesgo: embarazos.
Los varones solo envían mensajes y se despreocu-
pan" (E1B_PRL, 2024)
Los agentes educativos reconocen una preocu-
pación legítima ante el consumo de pornografía y
sus efectos, pero sus prácticas están marcadas por
vacíos formativos, tensiones éticas, falta de res-
paldo institucional y un enfoque normativo más
que formativo sin enfoque de género:
“La pornografía no educa, es una sexualidad
alborotada con libertinaje... muestra imágenes
drásticas y malévolas" (E2GS_A, 2024).
"Comparten imágenes inapropiadas por re-
des... se comunican con información equivocada
que normaliza el acoso" (E2GS_A, 2024).
"Ellos ya están con esa idea, ya no hay res-
peto... son más atrevidos, más bruscos. Se ve en el
trato entre compañeros" (E2GS_A, 2024).
Sin embargo, en muchos casos reconocen la
violencia simbólica, física, psicológica y las prácti-
cas de riesgo respecto a los tabúes sexuales, siendo
conscientes de la necesidad de trabajar colaborati-
vamente con los hogares de los y las adolescentes.
"Los padres se ríen o se asustan al hablar de
pornografía... vivimos en un tabú (E1AMV_D,
2024)".
"Hay que quitar tabúes... muchos jóvenes
creen que el sexo es 'algo sucio'. Debemos hablar
de compromiso, no de libertinaje". (E1AMV_D,
2024).
“Debemos crear talleres con padres para rom-
per tabúes... que entiendan la importancia de con-
trolar el acceso a pornografía".. (E2GS_A, 2024).
Por su parte, en diferentes grupos focales, mu-
chas madres, padres y tutores, también son cons-
cientes de la importancia del acceso a internet en el
silo XXI, pero identifican comportamientos preo-
cupantes en los y las adolescentes, motivados por
el acceso, consumo y reproducción de escenas por-
nográficas a través de diversidad de canales que es-
tán, a su vez, presentes en internet y que inciden en
su intimidad sexual.
"Creo que la principal fuente de educación se-
xual para los adolescentes hoy en día es internet.
Tienen acceso a tanta información, pero no siempre
es la correcta. A menudo, recurren a la pornografía
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en lugar de buscar información educativa"
(P1AM_M, 2024).
"el acceso a internet es un arma de doble filo.
Por un lado, pueden encontrar información útil,
pero, por otro lado, también están expuestos a con-
tenido inapropiado que puede distorsionar su com-
prensión de las relaciones y la sexualidad"
(P2AM_M, 2024)
"...la pornografía no es un medio de educación
sexual, debido a la violencia que existe en la
misma..." (P5AM_M, 2024).
Los discursos de alarma y preocupación moral
de muchas madres, padres y tutores en temas como
el embarazo adolescente, las enfermedades de
transmisión sexual, entre las principales, provocan
grandes distancias, tanto afectivas como comunica-
tivas, con la población adolescente, generando un
vacío que es ocupado, frecuentemente, por internet
y el grupo de pares, consolidando a la pornografía
como una de las principales fuentes de aprendizaje
sexual informal. En este sentido, la educación se-
xual con enfoque feminista-interseccional es de in-
negable importancia como un factor protector en la
vida de los y las adolescentes, además de ser gran
aliada de las y los progenitores, como lo precisa una
madre:
No creo que la pornografía sea una buena
fuente de educación sexual. Lo que se muestra no
refleja la realidad y puede llevar a expectativas
poco realistas sobre las relaciones. Los adolescen-
tes necesitan más educación sobre lo que realmente
significa tener una relación saludable" (P3AM_M,
2024).
“Podemos evitar, como le dije, embarazos no
deseados o prematuros”… “evitar embarazos, yo
no tocar en eso. Y también los chicos, se les
acaba la vida al hacer este tipo de cosas. Por ejem-
plo, si usted deja embarazada a una chica, se le
acabó su vida” (D2B_M, 2024)
Hablarles más abiertamente con ellos, para
que no cometan, tal vez, un embarazo no deseado,
o ya tengan que dejar los estudios.. A mi hija, por
ejemplo, le doy el bebé, digo, mira, si metes la
pata, por decir un ejemplo, mira, tienes que estar
todo el tiempo tenida tu guagua, no vas a tener
tiempo” (M1B_M, 2024)
Conciencia crítica, resistencias cotidianas y dis-
cursos alternativos en la adolescencia
De acuerdo al Código de la niñez y adolescen-
cia (2003), en su Art. 4, se considera como adoles-
cencia a una etapa en el que la persona de ambos
sexos se encuentra entre los 12 y 18 años de edad;
es una etapa marcada por la búsqueda de experien-
cias intensas, la necesidad de validación social y la
exploración de límites, lo cual puede influir en que
en ciertos comportamientos de riesgo sean vividos
como deseables o excitantes. Ello dificulta la iden-
tificación del consentimiento real y la potencial
presencia de un consentimiento viciado.
Los resultados de la investigación muestran
que, si bien gran parte del estudiantado normaliza
prácticas sexuales violentas, influenciadas por la
pornografía, también emergen testimonios de re-
chazo y malestar entre adolescentes varones:
"Es fácil el acceso a videos pornográficos pero
que están llenos de violencia..." (A1AM_H, 2024)
“La pornografía tiene violencia y se golpea a
la mujer…". (A1AM_H, 2024).
Se observa que los y las adolescentes recono-
cen la influencia negativa que puede tener el con-
sumo de pornografía en su desarrollo personal. Un
joven participante en un grupo focal argumenta que
"no está bien" (A2LMP_M, 2024) consumir porno-
grafía a su edad, ya que considera que no tienen la
madurez necesaria para comprender su contenido.
Además, existe conciencia de que el consumo
afecta a sus relaciones interpersonales:
"La pornografía se podría decir... que podría
afectar a la percepción y nuestras relaciones amo-
rosas” (A6AM_M, 2024).
Precisamente, por los logros y avances de los
feminismos a nivel global, las adolescentes tam-
bién pueden identificar las múltiples violencias de
género que puede acarrear la pornografía, como la
violencia sexual, física, psicológica y simbólica.
"...la pornografía afecta las relaciones de pa-
reja ya que podrían ser obligadas a tener relaciones
sexuales de la manera que se presentan en los vi-
deos de pornografía..." (A6AM_M, 2024).
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" Sí, porque puede obligar a la pareja a hacer
cosas que no quiero..." (A6AM_M, 2024)
Estos indicios revelan una capacidad crítica
emergente, una forma de agencia situada, que no
tiene por qué implicar una autonomía absoluta, sino
una respuesta reflexiva ante contenidos que perpe-
túan desigualdades.
Las adolescentes muestran mayor cuestiona-
miento hacia los contenidos violentos, lo que su-
giere una lectura interseccional del género como
categoría que media la agencia.
Desde el feminismo interseccional, es funda-
mental señalar que estas formas de agencia no se
distribuyen homogénea ni automáticamente: el
grado de conciencia crítica y capacidad de resisten-
cia varía según género, edad, orientación sexual e
identidad de género. Las adolescentes mujeres y las
personas no heteronormativas tienden a mostrar
una mayor disposición al cuestionamiento de los
guiones pornográficos, probablemente porque ex-
perimentan de forma más directa los efectos de la
objetivización, la cosificación o las violencias. En
algunos casos, la experiencia de marginalidad pa-
rece potenciar una lectura crítica de los contenidos,
lo que refuerza la idea de que los márgenes pueden
convertirse en espacios de resistencia y transforma-
ción (Viveros 2023; hooks, 2020; Davis, 2005) Es-
tas resistencias cotidianas frecuentemente son poco
organizadas y adquieren forma de desacuerdos, in-
comodidad e ironía, pero pueden ser interpretadas
como formas políticas de actuación frente al man-
dato pornográfico patriarcal, aunque no siempre es-
tén acompañadas de una conciencia plenamente ar-
ticulada. Es decir, resulta fundamental no idealizar
la agencia. En muchos casos, la capacidad de resis-
tir es limitada por la presión del grupo de pares, la
falta de referentes educativos alternativos, la ausen-
cia de espacios seguros para el diálogo sexual y el
silenciamiento de las emociones que contradice en
el discurso dominante. Esto refuerza la necesidad
de una educación sexual con enfoques de crítica fe-
minista-interseccional, que brinde herramientas
para nombrar, cuestionar y transformar los discur-
sos que configuran el deseo, el consentimiento y el
placer. En esta forma se fortalece el potencial trans-
formador en las subjetividades adolescentes res-
pecto del riesgo de la masividad pornográfica y de
la masculinidad hegemónica, como ejes de poder
en la promulgación de culturas dominantes y vio-
lentas.
La percepción del riesgo como experiencia
deseada desde las subjetividades adolescentes
La exposición a la pornografía puede ser vista
como una forma de acercarse a la sexualidad sin
una guía adecuada, con base en una comprensión
crítica. Los y las adolescentes pueden interiorizar
los guiones de la pornografía, que a menudo pre-
sentan conductas extremas y violentas como parte
de la experiencia sexual "normal". Esto refuerza la
idea de que el riesgo es algo que debe ser buscado
activamente y no necesariamente cuestionado.
Ahora bien, desde una perspectiva de género,
para las adolescentes, el riesgo puede estar aún más
influenciada por las expectativas de género im-
puestas socialmente. Las mujeres pueden sentir que
tienen que cumplir con ciertos estándares de com-
portamiento sexual, que incluyen ser “deseables” o
“disponibles”, lo que las puede empujar hacia acti-
vidades de riesgo como una forma de validarse
frente a sus compañeros sexuales, incluidos a quie-
nes se diferencian de la dominación heterosexual.
Especialmente, en sociedades tradicionales como
la cuencana, las mujeres enfrentan una doble moral
en cuanto a su comportamiento sexual. Por un lado,
se les enseña a ser castas y recatadas; y, por otro, se
les exige cumplir con expectativas de placer y de-
seo que a menudo son distorsionadas por la porno-
grafía (Gargallo, 2008; Barash y Lipton 2018). Esta
tensión puede hacer que las adolescentes asuman
conductas sexuales riesgosas, en parte como una
forma de afirmar su identidad sexual frente a las
presiones sociales. Además, como sostiene Garga-
llo (2008), las sociedades conocidas son patriarca-
les y ante la arremetida de un proyecto neoconser-
vador o neoliberal, también es necesario recalcar la
labor de los feminismos a la hora de revertir esa
subyugación, implicando la convivencia, en mu-
chas ocasiones, de valores tradicionales y estereo-
tipos de género con objetivos y metas feministas
que claman por la liberación de las mujeres y otras
identidades no hegemónicas.
Por otra parte, la relación con el consumo de
pornografía y la práctica de comportamientos de
riesgo en adolescentes varones puede partir de los
procesos de construcción de su identidad como
“hombres”, especialmente en un contexto donde se
espera que demuestren poder, control y dominio en
las relaciones sexuales. Esto conduce a que los va-
rones busquen experiencias sexuales extremas o
que repliquen conductas violentas, vistas en la
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pornografía como una forma de reafirmar la mas-
culinidad hegemónica.
El consumo de pornografía y su influencia so-
bre las prácticas sexuales violentas en adolescentes,
particularmente en el contexto de Cuenca-Ecuador,
se analiza a través de una perspectiva feminista-in-
terseccional. A pesar de que los hallazgos de esta
investigación muestran una relación significativa
entre el consumo de pornografía y ciertas prácticas
de violencia sexual, es importante señalar que di-
cha relación no es lineal ni determinista, sino que
está mediada por una compleja red de factores so-
cioculturales, familiares y educativos.
Los resultados de esta investigación confirman
lo señalado por estudios previos sobre la influencia
de la pornografía y masculinidad hegemónica en la
normalización de comportamientos de violencia se-
xual (Alario, 2018; Brides et al., 2010). Sin em-
bargo, se presentan importantes brechas de género
en determinadas prácticas violentas. Por lo tanto, la
relación entre consumo de pornografía y violencia
de género contra las mujeres no es tan directa ni
generalizada, aunque existen indicadores concre-
tos de prácticas violentas normalizadas en ciertos
grupos, especialmente varones heterosexuales du-
rante la adolescencia tardía.
La falta de correlación con el consumo de por-
nografía y determinadas prácticas violentas (asfixia
erótica) podría indicar que estas prácticas son me-
nos frecuentes en el porno al que acceden los y las
adolescentes o que requieren mayor planificación.
Sin embargo, los resultados también evidencian
que el consumo de pornografía no está relacionado
de manera uniforme con todas las formas de vio-
lencia sexual. Prácticas como la asfixia o el ama-
rrado se encuentran en aumento en algunas plata-
formas digitales, lo que resalta la necesidad urgente
de una reflexión crítica sobre la cultura digital y su
impacto en las nuevas generaciones. La influencia
de las redes sociales, como TikTok e Instagram,
amplifica la normalización de estas prácticas entre
adolescentes, independientemente de su consumo
directo de pornografía, conforme lo precisa el estu-
dio de ChildFund, referenciado con anterioridad.
Esto pone en evidencia la complejidad del fenó-
meno, donde los medios digitales y la cultura de las
redes sociales contribuyen a la configuración de ex-
pectativas sexuales cada vez más distorsionadas.
Uno de los hallazgos más significativos de esta
investigación, respecto a la relación entre el con-
sumo de pornografía y la adopción de prácticas se-
xuales violentas en adolescentes, es que obedecen
a carencias en cuanto a una educación sexual,
acompañada por contenidos de crítica feminista-
interseccional, para adquirir un espíritu de educa-
ción sexual integral. Este resultado refuerza la hi-
pótesis de que la educación sexual y la crítica fe-
minista-interseccional se tornan en referentes de
prioridad para la prevención del consumo masivo
de guiones de violencia promovidos por la porno-
grafía dominada por la masculinidad hegemónica.
La ausencia de una educación sexual basada en el
consentimiento, la igualdad de género y el respeto,
como señalan los testimonios de los y las adoles-
centes, favorece la reproducción de estereotipos de
género y actitudes sexistas (Barquilla, 2022; Ma-
cKinnon, 1989).
La falta de una intervención sólida e integral
desde las instituciones educativas, en particular
desde un enfoque feminista, se refleja en las narra-
tivas de los y las adolescentes, quienes muestran
una gran desconexión entre los contenidos porno-
gráficos que consumen, con las relaciones sexuales
saludables basadas en el respeto mutuo. Esto indica
que las insituciones de educación, junto con las fa-
milias, deben revisar y fortalecer sus programas de
educación sexual para abordar de manera efectiva
las dinámicas de poder y las representaciones se-
xistas en los medios. La educación sexual y la crí-
tica feminista-interseccional deben ser entendidas
no solo como una prevención de riesgos, sino tam-
bién como una herramienta para cuestionar las nor-
mas de género impuestas por la sociedad y los me-
dios.
El análisis de la religiosidad, a pesar de no en-
contrar una asociación significativa con la adop-
ción de prácticas violentas, revela una influencia
indirecta en las percepciones sobre la sexualidad y
las relaciones de género. Como se ha señalado, la
religiosidad puede actuar como un factor protector
en cuanto a la limitación del consumo de pornogra-
fía, pero, a su vez, puede reforzar los mandatos tra-
dicionales de subordinación, especialmente en el
caso de las mujeres. Este hallazgo está en concor-
dancia con estudios que muestran cómo las religio-
nes, a través de sus enseñanzas sobre la pureza se-
xual y el control de la sexualidad femenina, contri-
buyen en la construcción de desigualdades de gé-
nero (Barría, 2024). En contextos conservadores
como el de Cuenca, la religiosidad no solo confi-
gura las expectativas sobre la sexualidad, sino que
también proyecta funciones como medio de repre-
sión, sobre todo en las mujeres, perpetuando así la
desigualdad sexual y la violencia de género.
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Los resultados, expuestos en los testimonios de
los y las adolescentes, revelan una capacidad crítica
emergente, especialmente entre las mujeres, hacia
los contenidos violentos de la pornografía. Este ha-
llazgo resalta el potencial de resistencia juvenil
frente a las representaciones hegemónicas de la se-
xualidad. Como señala Carrera (2020), las resisten-
cias cotidianas, aunque no siempre visibles o explí-
citas, pueden ser una forma de cuestionar las nor-
mas sociales que perpetúan la violencia y la subor-
dinación. Esta resistencia se materializa en los
cuestionamientos y malestares de los y las adoles-
centes al consumir pornografía que presenta a las
mujeres como objetos de violencia.
Sin embargo, esta resistencia no siempre se tra-
duce en una conciencia crítica plena ni en un re-
chazo rotundo a los patrones de violencia. Como se
señala en el análisis de los testimonios, muchos
adolescentes se encuentran atrapados en las expec-
tativas de validación social, especialmente en el
caso de los varones, lo que dificulta la identifica-
ción de prácticas de violencia como tales. La explo-
ración de la sexualidad en la adolescencia está mar-
cada por la búsqueda de validación social y la pre-
sión de los grupos de pares, lo que convierte ciertas
prácticas de riesgo en un componente de afirma-
ción de deseo sexual.
Este estudio subraya la necesidad urgente de
una reforma profunda en los programas de educa-
ción sexual, tanto formales como informales. La
pornografía, dominada por la masculinidad hege-
mónica, a pesar de sus efectos nocivos, no debe ser
demonizada, sino que debe ser analizada crítica-
mente en su contexto social y cultural, con especial
atención a cómo reproduce las desigualdades de gé-
nero y la violencia sexual contra las mujeres. Las
políticas educativas deben incorporar una perspec-
tiva feminista-interseccional que reconozca las re-
laciones de poder implícitas en la sexualidad, el de-
seo y las prácticas sexuales. Además, es crucial in-
cluir en el currículo escolar enfoques interseccio-
nales que aborden las experiencias diversas de los
y las adolescentes en cuanto a género, clase social,
etnia, orientación sexual, identidad de género y re-
ligión.
CONCLUSIONES
El análisis realizado en este estudio permite
concluir que el consumo de pornografía por adoles-
centes está relacionado, aunque no de forma causal,
con la normalización de ciertas formas de violencia
sexual, así como física, simbólica y psicológica,
contra las mujeres, particularmente en adolescentes
varones. La correlación más significativa encon-
trada en este estudio fue entre el consumo de por-
nografía y la práctica de "jalar el cabello" en ado-
lescentes varones, sugiriendo una normalización
selectiva de prácticas sexuales violentas. Ello su-
giere que ciertas formas de violencia sexual se es-
tán reproduciendo como parte de las expectativas
sexuales construidas por los adolescentes a partir
de los contenidos pornográficos. Sin embargo, no
se encontró una relación directa entre el consumo
de pornografía y otras prácticas violentas graves
como la asfixia o el amarrado, lo que puede reflejar
una compleja interacción de factores de contexto,
como la influencia de la religiosidad y las estructu-
ras de poder familiares y sociales. Las mujeres ado-
lescentes, en general, no reportaron la adopción de
prácticas violentas como asfixia o amarrado, lo que
refuerza la idea de una asimetría de género en la
percepción y reproducción de la violencia sexual.
Por otra parte, la religiosidad no mostró una rela-
ción directa con la adopción de prácticas violentas,
aunque parece funcionar como un mecanismo de
represión sexual, especialmente en mujeres.
Desde una perspectiva feminista-interseccio-
nal, los resultados confirman cómo la pornografía,
dominada por la masculinidad hegemónica, re-
fuerza los estereotipos de género y perpetúa la co-
sificación de las mujeres, mientras que los y las
adolescentes, aunque expuestos y expuestas a estos
contenidos, serían capaces de desarrollar la crítica
para cuestionar las normas establecidas. De hecho,
es crucial destacar que, a pesar de la influencia de
esta pornografía, los y las adolescentes no son su-
jetos pasivos y pasivas, sino que muestran condi-
ciones para fortalecer su capacidad de crítica y de
resistencia ante los contenidos violentos, especial-
mente, las mujeres y otras identidades de género, lo
cual abre un campo para la transformación de acti-
tudes sexistas, a través de una educación sexual in-
tegral, que contrarreste el contexto de violencia
que la masculinidad hegemónica impone. Este ha-
llazgo resalta la importancia de una perspectiva fe-
minista, con contenidos interseccionales, que más
allá de proporcionar información sobre sexualidad,
también promueva la reflexión crítica sobre los
contenidos que los y las adolescentes consumen y
cómo estos influencian sus prácticas y comporta-
mientos sexuales.
La educación sexual debe ser diseñada de ma-
nera que no solo proporcione información sobre la
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anatomía y las prácticas sexuales, sino que también
fomente la reflexión sobre el consentimiento, la
igualdad de género y la diversidad de identidades
de género. Es fundamental incluir enfoques femi-
nistas-interseccionales en los programas educati-
vos, tanto formales como informales, que permitan
a los y las adolescentes desarrollar una conciencia
crítica sobre la violencia sexual y los estereotipos
de género presentes en los medios de comunica-
ción, especialmente en la pornografía.
En términos de implicaciones, este estudio
subraya la necesidad urgente de reestructurar los
programas de educación sexual en las escuelas y en
la familia, incorporando un enfoque de género y/o
feminista-interseccional que permita a los adoles-
centes desarrollar una conciencia crítica sobre las
representaciones de la sexualidad en los medios.
Asimismo, las políticas públicas deben promover la
inclusión de contenidos educativos que desnatura-
licen la violencia sexual contra las mujeres y fo-
menten el respeto mutuo y la igualdad en las rela-
ciones sexuales.
Por último, aunque el estudio ha revelado pa-
trones preocupantes de normalización de la violen-
cia sexual en los y las adolescentes, también ha
mostrado su capacidad de resistencia y reflexión
crítica. Ello indica que, con una educación crítica
feminista, es posible transformar las actitudes hacia
la violencia sexual y fomentar una sexualidad salu-
dable, respetuosa e igualitaria.
Si bien este estudio ofrece importantes corre-
laciones sobre la relación entre consumo de porno-
grafía y violencia de género, se debe reconocer que
la correlación no implica causalidad. Es necesario
realizar investigaciones más profundas, causales y
longitudinales para entender mejor los mecanismos
subyacentes de esta relación.
Además, como se indicó previamente, la inves-
tigación también presentó limitaciones en torno al
trabajo desde un enfoque feminista-interseccional,
el cual busca visibilizar las experiencias de las per-
sonas desde diversas dimensiones, identidades y
posiciones. El hecho de que la población con quien
se realizó la investigación fuese adolescente, difi-
cultó la recolección de datos sobre identidad de gé-
nero, orientación sexual, clase social o raza y, con
ello, resultó de gran complejidad implementar un
análisis plenamente interseccional. No obstante,
cabe señalar que las pocas personas que se identifi-
caron con una identidad de género u orientación se-
xual no heterosexual o cisgénero revelaron un ma-
yor conocimiento y reflexión crítica sobre las
prácticas violentas presentes en la pornografía, lo
que también permite reconocer la importancia de
seguir explorando estas intersecciones en futuras
investigaciones. También resulta de vital impor-
tante que futuras investigaciones y estudios am-
plíen el enfoque sobre el consumo de pornografía y
su relación con la violencia de género en diferentes
grupos de sujetos/sujetas/sujetes sociales (mujeres,
hombres, población LGBTIQ+, indígenas, afrodes-
cendientes, entre los principales).
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