South American Research Journal, 4(1), 5-12.  
https://www.sa-rj.net/index.php/sarj/article/view/51  
Keywords:  
monstrosity, violence, body, modernity.  
complexity,  
Ecuadorian  
narrative,  
El cuerpo como símbolo de violencia y  
monstruosidad en Sacrificios humanos”  
de María Fernanda Ampuero  
INTRODUCCIÓN  
Para analizar los relatos del libro de Ampuero (1976),  
Sacrificios humanos, editado por Páginas de Espuma en  
The body as a symbol of violence and  
monstrosity in Sacrificios humanos, by María  
Fernanda Ampuero  
2021, nada mejor que retomar la sentencia de Aníbal  
Fernando Bonilla (2022): “Es un compendio autoficcional  
cuestionador del sistema dominante, con pasajes de la historia  
oprimida del Guayaquil profundo, o, a su vez, con sucesos  
hiperbólicos, brutales, vehementes, engendrados en cualquier  
otro ambiente geográfico”. El autor tiene razón cuando afirma  
que en Sacrificios humanos se conjugan, por un lado, la  
realidad macro (ambiente geográfico) y, por otro, la realidad  
individual de la autora (compendio autoficcional) y la  
problemática relación con su padre. Relación que, de alguna  
manera, permite arrojar una luz sobre la tenebrosa  
representación masculina que ama y mata; esto es, un amor  
enfermizo deforma y, solo entonces, mata. Pero no es ese el  
objetivo del presente estudio, pese a que es una temática que,  
inevitablemente, atraviesa de forma transversal. Nuestro foco  
de atención es el cuerpo como símbolo de la violencia y la  
monstruosidad.  
En ese sentido, es importante decir que, aunque al inicio  
se planteó el estudio del cuerpo como metáfora en vez de  
símbolo, se terminó por descartarlo. Esto se debe a que la  
metáfora es una figura retórica que pretende representar una  
determinada realidad a través de otra, mientras que la  
narrativa de Ampuero en Sacrificios humanosno  
metaforiza la realidad, sino que la representa para mostrarla  
sin maquillaje alguno. Que para hacerlo emplee la metáfora y  
demás recursos literarios es muy distinto. Sobre todo, porque  
Oswaldo Sebastián Ávila-Vinueza  
1
Universidad Bolivariana del Ecuador. Km 5 ½ vía Durán Yaguachi,  
Ecuador.  
Recepción: 3 de mayo de 2024 - Aceptación: 10 de junio de 2024 -  
Publicación: 12 de junio de 2024  
RESUMEN  
Este ensayo se sumerge en la ficción literaria de  
Sacrificios humanosde la autora ecuatoriana María  
Fernanda Ampuero, explorando el impacto de la violencia, el  
dolor y la monstruosidad en sus protagonistas, sobre todo  
femeninas. El propósito es analizar las características que  
acrecientan los prejuicios que envuelven a las protagonistas,  
desentrañando la complejidad narrativa de Ampuero, lo cual  
nos permite, además, abordar el tratamiento del cuerpo en la  
obra de la autora. Para alcanzar este objetivo, el presente  
estudio realiza un inventario de la concepción del cuerpo  
femenino desde la filosofía occidental a través de autores  
como Platón, Baruch Spinoza, Friedrich Nietzsche y Jean-  
Luc Nancy. Con este marco teórico, se procede a analizar los  
relatos que componen el libro de Ampuero para comprender  
cómo, a través de la denuncia y la poética personalísima, la  
autora da cuenta de la ciudad en sí misma como una promesa  
fallida de la modernidad.  
no bastan los eufemismos ni las metáforas, pues en los  
cuentos de Ampuero todo es desconsuelo y se enuncia a partir  
de las heridas más purulentas(Rodríguez, 2021).  
En pocas palabras, la violencia en estos relatos de  
Ampuero se presenta desnuda, exponiendo a la luz del  
mediodía las prácticas de una sociedad machista, xenófoba y  
misógina; violenta en sus condiciones de vida y en sus  
respuestas hacia ella. Esto permite, narrativamente, que el  
cuerpo mutilado, golpeado y, en el mejor de los casos (sí,  
suena triste decirlo así), lastimado, se convierta en un símbolo  
de una suerte de revolución interna que sus personajes  
femeninos muchas veces no logran llevar a cabo, pero que,  
cuando así sucede, solo es posible a través de la violencia  
misma.  
De modo que el cuerpo atrapado irremediablemente en  
un ciclo vicioso de destrucción valida la siguiente frase de  
otra escritora ecuatoriana, Mónica Ojeda: “…nunca nuestro  
cuerpo es más nuestro que cuando nos duele” (2016, pág. 81).  
Y como el acto sexual al terminar también es una pequeña  
muerte, Ampuero bien puede contestar: “Era ese nombre que  
su amante decía durante el éxtasis y que la penetraba por  
todos lados. Era esa mujer que se llamaba Edith y por lo tanto  
existía (2021, pág. 78). Por lo tanto, este estudio posee una  
base metodológica cualitativa al centrarse en el análisis de los  
relatos Sacrificios humanos de María Fernanda Ampuero  
para articular el cuerpo como símbolo de la violencia y la  
monstruosidad. Según Lourdes y Munch (2014), aunque el  
método cualitativo se aplica por lo general en ciencias  
sociales, debido a que su objetivo es la captación y  
recopilación de información mediante la observación, la  
Palabras clave: complejidad, narrativa ecuatoriana,  
monstruosidad, violencia, cuerpo, modernidad.  
ABSTRACT  
This essay dives into the literary fiction of Sacrificios  
humanosby Ecuadorian author María Fernanda Ampuero,  
exploring the impact of violence, pain and monstrosity on her  
protagonists, especially the female ones. The purpose is to  
analyze the characteristics that increase the prejudices that  
surround the protagonists, unraveling the narrative  
complexity of Ampuero, which also allows us to address the  
treatment of the body in the author's work. To achieve this  
objective, this study makes an inventory of the conception of  
the female body from Western philosophy through authors  
such as Plato, Baruch Spinoza, Friedrich Nietzsche and Jean-  
Luc Nancy. With this theoretical framework, we proceed to  
analyze the stories that make up Ampuero's book in order to  
understand how, through denunciation and very personal  
poetics, the author gives an account of the city itself as a failed  
promise of modernity.  
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entrevista y el focus group, su procedimiento es inductivo, de  
modo que la metodología para recopilar información suele ser  
más flexible. Por último, hay que señalar que la investigación  
tiene carácter descriptivo, al exponer las características de  
una situación o un fenómeno.  
El tópico cuerpo para Ampuero emerge a través de  
dos ejes: el placer y el dolor, aunque por lo general el segundo  
se sobrepone al primero. De ahí que la dimensión simbólica  
del cuerpo se convierta en una paradoja: el cuerpo se revela  
como propio en su totalidad cuando experimentamos dolor,  
por lo que poseerlo es comprender que existimos más allá del  
padecimiento físico. Sin embargo, por desgracia, lo contrario  
al dolor [los momentos de felicidad] pasa en la más absoluta  
inconsciencia. Esto se debe a que la felicidad es temporal y  
pasa desapercibida; más bien, es el dolor el que provoca que  
nos demos cuenta de lo efímera que es la felicidad.  
MARCO TEÓRICO  
Conceptos en torno al cuerpo  
Las concepciones aquí vertidas en torno al concepto  
cuerpo, derivan de un extenso recorrido a lo largo de la  
filosofía occidental, lo cual nos ha permitido comprender el  
tratamiento que da a este concepto a lo largo de su narrativa.  
Definición de cuerpo  
Si se revisa el Diccionario de la Real Academia de la  
Lengua (RAE, 2014), nos encontramos con al menos veinte y  
tres acepciones del concepto cuerpo:  
Cuerpo, (Del lat. corpus), m 1. Aquello que tiene  
extensión limitada, perceptible por los sentidos.  
El relato Edith es la mejor representación del cuerpo  
atrapado en el dolor y liberado a través del placer. Cuando la  
protagonista homónima es asesinada, su sangre regresa hacia  
el lugar donde vive su amante, a quien confunde con Dios por  
su habilidad sobrehumana para hacerle el amor. Esta es una  
clara alusión bíblica al pasaje de Sodoma y Gomorra,  
||23. Mil. Conjunto de soldados con sus respectivos  
oficiales.  
En todas las definiciones revisadas encontramos una  
constante en la definición: el cuerpo tiene un límite y como  
límite debe imponer sus fronteras, las que son buscadas  
afanosamente por las mujeres de Sacrificios humanos: que  
no se las toque sin su consentimiento, que no se las golpee,  
que no se las mate. A partir de lo expuesto, y de las vivencias  
descritas por Ampuero proponemos una definición de cuerpo:  
Componente humano o animal, o perteneciente a la  
naturaleza, cuya existencia es objetiva y su extensión  
limitada. Por supuesto, sus límites responden a cómo está  
estructurada la legalidad de las sociedades humanas. Un  
cuerpo no puede, no debe dañar al otro, pero constantemente  
sucede. El cuerpo es una presencia, una prueba de que el ser  
existe.  
capitalizado por Lot, el temeroso de Yahvé, y su  
1
desobediente” esposa Sara .  
La monstruosidad también va de la mano con la  
apariencia física encarnada en seres teratológicos que  
protagonizan o coprotagonizan los relatos de Ampuero y que,  
por tanto, al no cumplir con los cánones estéticos, son  
marginados por su entorno: un yonqui cuasi esquizofrénico,  
una niña jorobada, un niño con retraso que ama a las  
sanguijuelas, adolescentes bulímicas o con sobrepeso.  
Asimismo, la monstruosidad se presenta en una segunda  
forma por medio de personajes masculinos físicamente  
atractivos, pero cuya personalidad acaba convirtiéndolos en  
criaturas demoníacas, cumpliendo una premonitoria frase de  
Tomás Eloy Martínez: ¿No es acaso lo bello sino el  
comienzo de lo terrible?(1995). Y como si la práctica  
consuetudinaria del Mal en mayúsculas estuviera incrustada  
en lo más profundo de su alma o de su esencia, el cuerpo  
masculino se corroe y termina, como en el caso del gringo del  
cuento Lorena, trasunto del esposo violador de Lorena  
Gallo, transformándose en un despojo humano. El Mal en  
mayúsculas, parece decir Ampuero, se cristaliza detrás de la  
máscara de las buenas costumbres o de las promesas de amor,  
porque detrás de ellas están personas y, por eso mismo, la  
quintaesencia de todo lo abyecto que puede exhibir el mundo  
de los seres humanos.  
El cuerpo como concepto filosófico  
Planteada la definición general, es hora de abordarlo  
desde las concepciones del cuerpo y de la corporalidad según  
algunos filósofos occidentales como Platón, Baruch Spinoza,  
Friedrich Nietzsche  
y Jean-Luc Nancy. Pero antes,  
proponemos un concepto que creemos engloba a todos: “Es  
en el cuerpo donde la existencia humana adquiere una  
dimensión espacio-temporal, y es éste el que hace al ser  
humano parte activa de la naturaleza y del proceso de la vida”  
(Gómez y Sastre, 2008, p. 120).  
En el mundo antiguo, el término somahace alusión al  
cadáver y no directamente al cuerpo como contraparte del  
alma, por lo que “el cuerpo no se concibe como una 'unidad  
de partes armónicas', sino como una yuxtaposición de  
órganos y elementos separados” (Gómez y Sastre, 2008, p.  
121). Por su parte, Aristóteles cree que el alma es una  
“entelequia” primera de un cuerpo que tiene vida en potencia;  
que ese principio de movimiento unifica la vida en su  
totalidad, incluyendo la sensibilidad y el entendimiento. “El  
alma no puede ser sin el cuerpo ya que es el cuerpo la forma  
del alma. Así, el alma no es una entidad separada del cuerpo:  
el alma es 'natural' y es inseparable del compuesto animado  
de los seres vivos” (Páramo, 2012, p. 563).  
Finalmente, la tercera forma que alcanza la  
monstruosidad se encuentra en la naturaleza y en la brutalidad  
cotidiana que es su propia ley. Pero esta característica es más  
un asunto atmosférico que una exploración de la autora, por  
lo que incluso los animales domésticos de apariencia afable y  
tierna a simple vista, de pronto pueden arrancarle dos dedos  
de la mano derecha a una bebé. En definitiva, en el mundo de  
Sacrificios humanosno existe un refugio posible porque el  
Mal no está en los otros, sino adentro de nosotros, y solo hace  
falta que un día el azar se llene con “el rayo blanco del terror”  
para que cualquiera se encuentre chapoteando entre las aguas  
de la histeria individual y colectiva.  
Mientras Aristóteles sostenía que el alma no podía  
subsistir sin un cuerpo, Platón, en cambio, planteaba un  
dualismo entre cuerpo y alma tan radical en su concepción  
1
mirar atrás mientras huyen de Sodoma y Gomorra, pero su esposa  
desobedece y se convierte en una estatua de sal.  
Pasaje bíblico al que se hace alusión es la historia de Lot y su esposa en el  
libro del Génesis, capítulo 19, donde Lot y su familia son advertidos de no  
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que creía que no podríamos obtener una verdad sino  
deshaciéndonos del cuerpo, al que calificaba como la prisión  
del alma. Esto se debía a que concebía el cuerpo como  
culpable de las pasiones, lo cual atraía guerras, enfermedades  
y descomposición. Este pensamiento fue seminal para la  
cosmovisión cristiana que dividía entre el paraíso de Dios y  
sus arcángeles, y la tierra con sus hombres y mujeres  
pecaminosos.  
Con el tiempo, la idea de Platón sobre el cuerpo como  
cárcel del alma fue recogida por un importante pensador  
cristiano, Plotino, quien al ver en el alma una sustancia etérea,  
argumentaba que debía estar separada del cuerpo o, mejor  
aún, servirse de este. De tal planteamiento vino la necesidad  
del castigo autoinfligido para alcanzar la liberación del  
mundo terrenal. La tortura y la mortificación se convirtieron  
en una tradición cristiana que ha tendido, desde entonces, a  
frenar los deseos impuros, a contemplar con repudio la  
masturbación y el sexo en general, catalogándolo como el  
cuerpo y, más aún, “un atributo del cuerpo es también un  
sentido del alma” (Gómez y Sastre, 2008, p. 126).  
Pero es el alemán Friedrich Nietzsche quien señala al  
cristianismo y a sus valores a través de una denuncia  
furibunda contra Platón y su sistema de pensamiento, que  
tanta influencia ha tenido en Occidente. Nietzsche no  
desvaloriza su aporte, sino que indaga las consecuencias que  
ha tenido para la humanidad. Después, el filósofo alemán  
escribirá: “Escribe con sangre y escribirás con el espíritu”  
(Nietzsche, 2010). Una forma de decir que no solo el cuerpo  
pertenece al ser humano, sino que, además, el alma es su  
efluvio.  
Más adelante, la fenomenología y el existencialismo  
asumen en conjunto la temática de la existencia, cuyos  
conceptos: el cuerpo, la corporalidad, la libertad, se  
sobreponen  
a versiones meramente trascendentales y  
ontológicas. En resumen, la vida se experimenta a través del  
cuerpo y de todos sus sentidos. Al respecto, Gómez y Sastre  
(2008) sintetizan los presupuestos que pensadores como  
Merleau-Ponty, Emmanuel Mounier y Michel Foucault. Se  
concibe el cuerpo como un límite, convirtiéndose en un medio  
de acercamiento a la fragilidad, y un medio para una nueva  
comprensión de la concepción del mundo. Se articula el  
cuerpo en torno al tiempo y al espacio, pero a la vez el ser  
corpóreo puede trascenderlos por medio de su  
pecado original, lo que en consecuencia hace que todo  
cuerpo sea impuro.  
El cuerpo, además de ser cárcel “atrapante”, consistía  
también en ser una especie de “animal” que, con sus propios  
bríos y tendencias instintivas, hacía la guerra a los ideales y  
valores del alma, dificultando así su proceso dialéctico de  
liberación hacia la verdad y el bien. Por su origen material, el  
cuerpo era considerado constitutivamente malo y adverso al  
origen sano y espiritual del alma, que procedía del mundo de  
las ideas (Astacio, 2001, p. 1).  
La implantación de la cosmovisión cristiana con sus  
rígidas jerarquías patriarcales relega a la mujer a las tareas  
domésticas: cocinar y cuidar a los hijos, además de frenar la  
libido humana. No solo el cuerpo, sino el sexo encarnado en  
la mujer, a causa de la heterosexualidad implacablemente  
impuesta por la convencional unidad familiar cristiana,  
acaban siendo rechazados con profundo desprecio por la masa  
evangelizada. Todo deseo que no radique en encontrar la  
comunión con Dios se ha convertido, irremediablemente, en  
un deseo vergonzoso.  
Sin embargo, el Renacimiento trastoca el teocentrismo  
en antropocentrismo, tiempo en el que el hombre se coloca en  
el centro de la creación y reivindica su cuerpo y lo corpóreo,  
manifestándose sobre todo en el arte: pintura, escultura,  
música y literatura. De hecho, la naciente anatomía, que fisura  
los cuerpos para mostrarle al ser humano que posee un  
componente inalienable llamado cuerpo, a la vez lo lanza a  
moldear lo que antes solo era el feudo privado de Dios: la  
naturaleza. El único problema es que la idea de individuación  
progresa lentamente porque primero pasa por las capas  
privilegiadas de la sociedad, sin olvidar que antes de  
objetivarse en el imaginario social debe ser una práctica  
universal (Gómez y Sastre, 2008, p. 125).  
Cuando aparece el racionalismo cartesiano de la mano  
de René Descartes y su ensayo El discurso del método, el  
cuerpo se separa de la conciencia, la razón del mundo  
material. Descartes divorcia ambas entidades, creyendo que,  
aunque son sustancias diferentes, pueden interactuar entre sí.  
Pero los filósofos empiristas ingleses, en oposición a la visión  
cartesiana para la que el cuerpo es una entidad que piensa,  
afirman que el cuerpo es una entidad que siente y que de ese  
proceso es posible el conocimiento. Sin embargo, es Baruch  
de Spinoza quien propone “una sola sustancia para todos los  
atributos”, llevando a cabo una operación intelectiva mucho  
más sutil y profunda: el alma no es una dependencia del  
autocomprensión  
y comprensión del entorno. Queda,  
entonces, anquilosada la idea de que el cuerpo es un  
instrumento; para ser tal, este debe estar fuera de nuestro  
alcance, lo que no sucede con el cuerpo, ya que gracias a este  
se alcanza el conocimiento del mundo. Más bien, se evoca al  
cuerpo como lenguaje, ya que por medio de la palabra  
realizamos una “co-construcción” del mundo; se configura la  
idea del cuerpo como presencia, por su relación con los  
“otros”, porque la individualidad varía entre hombres y  
mujeres a causa de su corporeidad, pero no por ello dejan de  
pertenecer al género humano (Gómez y Sastre, 2008, pp. 127-  
128).  
Finalmente, Jean-Luc Nancy (1940) y su filosofía sobre  
el cuerpo sostienen que carecemos de cuerpo, pues el ser  
humano es exterioridad y exposición infinita, “como cuerpo  
volcado hacia fuera”. La reflexión va más allá de la biología,  
implica dejar de pensar el cuerpo como algo organizado para  
imaginarlo como acontecimiento, concepción que se  
relaciona con la visión de las escritoras ecuatorianas  
contemporáneas, quienes buscan escribir sobre el cuerpo a  
través de la palabra: volver el cuerpo una idea; volver  
territorio individual la corporalidad para comprender lo otro,  
lo distinto, aquello que hasta ahora ha sido incomprendido.  
“Escribir el cuerpo significa hacer inscripciones sobre él,  
tocarlo y esculpirlo con el pensamiento, desarrollar una  
somatografía, para hacer que el cuerpo mismo sea leído”  
(Gómez y Sastre, 2008, p. 129).  
Por supuesto, todas las interpretaciones que nos han  
convidado los pensadores occidentales presentan, en común,  
una interrogante que gira en torno al rol que tiene el cuerpo  
en la existencia del ser humano, e incluso si se atiene al hecho  
de que si, acaso, el cuerpo es un elemento indispensable para  
comprender la naturaleza humana. «El cuerpo es a la vez  
objeto de saber y blanco de poder» (Prósperi, 2018, p. 171).  
Desde esta concepción, el ser humano va (de)formando el  
mundo.  
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South American Research Journal, 4(1), 5-12.  
https://www.sa-rj.net/index.php/sarj/article/view/51  
Sacrificios humanos: el cuerpo visto desde la violencia  
Edith es un relato que narra la historia de una mujer que  
se redescubre gracias al acto de convertirse en amante de un  
hombre mayor. El problema moral del cuento radica en que,  
mientras la mujer tiene sexo con su amante, su esposo viola a  
sus hijas. Una noche se lo dice a su amante y él la viste con  
cariño maternal y se va. Desde entonces ella ya no lo vuelve  
a ver. Una noche, la mujer ve a su esposo queriendo violar a  
las niñas y él mismo la ataca y la estrella con furia contra el  
suelo. Cuando la mujer vuelve en sí, se encuentra sobre un  
burro, con una mordaza en la boca, y rumbo al pueblo en  
donde vive. El marido le dice que no se dé la vuelta, pero ella  
no le hace caso y acaba asesinada. Su sangre, sin embargo,  
busca volver donde su amante. Al final, la narradora afirma:  
la sangre de todo su cuerpo se iba cerro abajo, regresando,  
regresando.  
Ahora bien, tanto este relato como Lorena son  
exploraciones del sexo como el reencuentro con el útero  
materno, la preconciencia, el placer puro de no saberse mortal  
e imbécil. El sexo como una casa propia donde florecen  
geranios (Ampuero, 2021, p. 78). Es decir, el sexo como una  
conciencia materna que no es propiedad únicamente de las  
mujeres ni un concepto vaciado por algún hombre imbécil,  
sino una forma depurada del amor: la atención al otro y, por  
tanto, a uno mismo.  
y la monstruosidad.  
«
Escribir es también bendecir una vida que no ha sido  
bendecida», reza una frase de la célebre escritora ucraniana-  
brasileña Clarice Lispector, citada a manera de epígrafe en  
Sacrificios humanos. Y, por supuesto, asentar un epígrafe  
es un arte. El escritor ecuatoriano Leonardo Valencia (2021)  
avizoró que hacía falta un ensayo sobre el tópico del epígrafe.  
Ahora bien la función de un epígrafe es fungir como guía del  
escritor, a lo largo de su exploración literaria, casi como lo  
hace Virgilio con Dante, porque si bien el epígrafe es una  
suerte de premonición para que se cumpla el contexto, no  
basta un epígrafe de Homero o de Borges o de Faulkner, sino  
del talento del escritor, en vista de que tanto el libro como el  
epígrafe deben repetir una sola pregunta” (Carrión, 2002, p.  
1
2) y formularla a lo largo de la escritura de ese libro. Sin  
embargo, es necesario que el lector pueda discernir  
claramente el propósito del epígrafe en relación con el  
contenido del libro. De modo que el epígrafe elegido, sólo  
cuando el libro termina, se habrá convertido, o no, en aparte  
orgánica de la lectura. Si la novela es buena, un epígrafe de  
Borges pasa de cierta forma a ser de autoría del escritor,  
fundiéndose en la esencia misma de la obra y contribuyendo  
a enriquecer su significado, convirtiéndose en una parte  
inseparable de la experiencia de la lectura  
Dentro de este marco, el epígrafe con el que inicia el  
libro Ampuero es doblemente significativo y tiene relación  
directa con los dos ejes narrativos de sus relatos: la violencia  
y la monstruosidad. Primero porque «la vida que no ha sido  
bendecida» tiene que ver con los cuerpos rotos de las mujeres  
violadas, asesinadas y que han sufrido abusos varios, a causa  
de una situación económica paupérrima y por la falta de  
oportunidades que, en conjunto con los imaginarios machistas  
venidos de la religión, de la política, de la orientación sexual,  
conforman un fallido tejido social. Y, a través de la  
representación de esos cuerpos rotos, la realidad real resulta  
un monstruo escupidor de mujeres.  
El segundo significado que alcanza el epígrafe de  
Lispector es que, al visibilizar estas realidades descarnadas e  
injustas, por mucho tiempo sumidas al mutismo más  
desvergonzado. En este contexto, la belleza de un libro no  
reside únicamente en su estética, sino en su capacidad de  
revelar estas verdades ocultas. Esto sugiere una dimensión  
religiosa que se atribuye al arte: la posibilidad de trascender,  
de ir más allá de lo superficial y alcanzar una comprensión  
más profunda de la realidad humana. Entonces, si el autor  
triunfa al darle forma a su materia narrativa, exorcizando los  
demonios tutelares de la realidad contra la que se da de cabeza  
cuando escribe, la escritura puede bendecir la vida misma, o  
mejor: sus prolongados silencios.  
De esta manera, el ‛sexo̕ en Sacrificios humanos”  
resulta ser una batalla contra el mundo de afuera y/o el de  
puertas adentro. De aquí deriva el hecho de que, el sexo como  
la literatura necesitan perennizar la imagen de lo amado para  
crear otra realidad en la que sí podemos ser felices a plenitud,  
al menos, momentáneamente para imaginar. Ampuero  
escribe: El sexo como todas las palabras que alguna vez  
quisimos decir y nos faltó el lenguaje (Ampuero, 2021, p.  
78).  
El sexo se configura, así, como una manera de  
apropiarse del cuerpo. La respuesta para existir es el placer, y  
al encontrarlo el ser humano se ata más a la vida propia y a la  
del ser amado. Esto pasa porque sólo a través del sexo, en  
Sacrificios humanos, los personajes dejan de ser los papeles  
que les impone la sociedad, logrando ser, por un momento,  
un grito de éxtasis, un orgasmo prolongado, efímero, pero  
infinito.  
En el orgasmo él decía su nombre: Edith. Era el único  
que la nombraba y renombraba con la lengua, con el sexo, con  
el gemido. Edith, Edith, Edith. Ya no era la mujer deni la  
madre deni “la hija de. Era ese nombre que su amante decía  
durante el éxtasis y que la penetraba por todos lados. Era esa  
mujer que se llamaba Edith y por lo tanto existía (Ampuero,  
2021, p. 78).  
Hacia la mitad del relato se descubre que el marido de  
la mujer de Edith viola a las niñas. En tanto, el amante de la  
mujer la comprende y no la juzga, pero la abandona. Al final  
el marido intenta nuevamente violar a las niñas y ella en su  
intento de detenerlo es brutalmente agredida. El final del  
relato eleva toda una poética: la mujer que a través de sus  
gritos encontraba una nueva forma de sí, más libre y  
definitiva, tiene una mordaza en la boca. Está subida a un  
burro viejo, yendo hacia la muerte.  
La violencia desde lo físicamente monstruoso  
Este apartado trata el primero de los ejes a través de los  
cuales Ampuero construye el concepto de la violencia: la  
belleza al no cumplir los cánones estéticos occidentales se  
convierte en una fealdad literal, concreta, la mayor parte de  
las veces encarnada en seres teratológicos como yonquis,  
enanos, mujeres con anorexia o con sobrepeso, que acaban  
siendo marginados por el sistema y están en un constante  
intercambio de roles para decidir quién será el verdugo y  
Esto conjuga el mito de Lot y Sodoma y Gomorra,  
destruidos porque Dios no iba a permitir que los hombres con  
las mujeres y, en especial, que los hombres con los hombres  
y que las mujeres con las mujeres, todos entreverados,  
gozaran sin descanso, y acaso descubrieran que Dios puede  
ser un orgasmo húmedo, una embestida furiosa que colma una  
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voluntad animal. El volador le dice a la mujer de Edith que  
no mire atrás, que en definitiva no vea a Dios, a “lo único vivo  
entre tanta muerte”, y ella, valiente como Sara, no hace caso  
y ve y es asesinada, pero la sangre va cerro abajo,  
bestia, mi sueño americano con verga. (Ampuero, 2021,  
p. 82)  
‛Lorena̕ es el epítome de todas aquellas mujeres que,  
regresando, regresando, al lugar donde amó y la vida cobró  
para liberarse de la sumisión y el abuso tienen al alcance  
únicamente la violencia, en un tiempo en donde no hay  
igualdad de oportunidades. Pero en donde sólo existe  
impunidad y silencio, la mejor respuesta es la literatura para  
preguntarse por qué sé es como es. Que el relato esté dedicado  
a Lorena Gallo, con su apellido de soltera, es una manera que  
la autora ha encontrado de reivindicar un dolor personalísimo  
y transferirlo a nosotros para ponernos en su lugar y  
comprenderla. Ser una misma persona a través del dolor  
ajeno.  
sentido.  
La ‛violencia’ desde la interioridad monstruosa  
En este segundo apartado Ampuero realiza el  
tratamiento literario de la violencia, ya no desde la fealdad  
física según los cánones estéticos convencionales, sino desde  
los valores que se centran en la denuncia de la violencia y la  
opresión, así como en la exploración de la identidad y la  
autenticidad en un contexto social latinoamericano,  
destacando la empatía y la solidaridad como elementos clave  
para la transformación social. A través de los cuales se  
construye un individuo y que más bien son escondidos detrás  
de un rostro o un cuerpo hermoso que, según la autora se  
define por su integridad, dignidad y autenticidad, reflejando  
la aceptación y valoración de uno mismo y de los demás sin  
adherirse a estándares externos predefinidos.  
La autora explora las pulsiones más bajas latentes en la  
psique humana como: la violencia, el sadismo y la sumisión,  
a través de narrativas que desentrañan las complejidades del  
comportamiento humano en contextos extremos. Ampuero  
utiliza un enfoque introspectivo y descriptivo para examinar  
estas pulsiones desde una perspectiva sociopsicológica,  
ofreciendo una visión cruda y sin concesiones de la condición  
humana. Que a través de sus personajes, los mismos están  
dispuestos a explotar en cualquier momento.  
La historia de Lorena y John: Ella es una chica latina  
dedicada a la peluquería. Un día, por complicidad de su mejor  
amiga, en una discoteca de los Estados Unidos, se enamora  
de un gringo quien le jura amor eterno, pero este personaje  
poco a poco va mostrándose tal como es: ¡un brutal violador  
y golpeador de mujeres! Lorena es atacada, bestialmente, por  
John, quien, en estado de embriaguez, la viola hasta hacerla  
sangrar por todos sus orificios. Hasta que una noche, harta  
de la situación, toma un cuchillo de la cocina… Aunque se  
suspende la narración, el lector sabe que se trata de una  
situación ocurrida en nuestro contexto social: el tristemente  
célebre caso de Lorena Bobbit, quien le cortó el pene a su  
esposo.  
María Fernanda Ampuero, la escritura del cuerpo  
A lo largo del presente estudio ha quedado claro que el  
libro de relatos Sacrificios humanoshace de la escritura del  
cuerpo su estandarte, y a través de este, literaturiza, pero no  
‛blanquea̕ las condiciones violentas en las que se encuentran  
sumidas las mujeres de América Latina, tanto por su  
condición de mujeres inmigrantes, pertenecer a capas pobres  
de la sociedad o por no cumplir con los cánones estéticos  
convencionales.  
De ahí la idea del sacrificio como un ritual que no solo  
fue el feudo privado de culturas prehispánicas, sino que  
también se practica en la contemporaneidad: como la  
acumulación de capital que lleva a los inmigrantes a  
entregarse a los brazos corrosivos del ídolo-dinero, o a la  
entrega que el hombre y la mujer, día a día, dan un poco de sí  
mismos para encajar en moldes ajenos, convirtiéndose en  
parásitos de otros, en títeres de otros, en monstruos de otros.  
El sacrificio ritual de este tiempo es entregar la vida a  
un puñado de personas que establece el sentido del amor, de  
la economía, de la religión y la moral. Ante esto, la única  
respuesta para contrariar el destino social es comenzar a  
habitar el propio cuerpo. Este acto no solo implica la toma de  
conciencia de nuestra existencia física, sino también un  
rechazo a la alienación impuesta por las estructuras sociales  
dominantes. Al habitar nuestros cuerpos, nos empoderamos  
para cuestionar y resistir las normas y valores impuestos  
desde fuera. Se trata de un retorno a nuestra propia  
individualidad, una búsqueda de autenticidad  
y una  
Recordemos que el relato está dedicado a Bobbit y  
reescrito en clave de ficción por Ampuero. La reflexión a la  
que lleva ‛Lorena̕ es que, si bien el sexo puede ser una válvula  
afirmación de nuestra dignidad como seres humanos libres.  
La batalla es ardua porque implica naturalizar hasta las más  
íntimas pasiones en un entorno hostil. Sin embargo, en ese  
acto violento, el sistema produce sus propios enemigos:  
haciendo de la mujer un ser rebelde que ha pasado a ocupar,  
calladamente, el rincón de una cocina a establecer el cauce de  
la literatura de hoy.  
La escritura del cuerpo ha implicado para Ampuero  
mostrar los entresijos podridos de la vida urbana que, como  
resultado de la globalización, ha ido acumulando periferias y  
violencias que Ampuero visibiliza, hace concretas y les da  
una voz, con tal fuerza, que crea un lenguaje propio. Lenguaje  
que pone al límite las experiencias propias, inscribiéndolas en  
un plano mucho más amplio, planteando inevitablemente una  
literatura profundamente política: encontrar una voz para los  
silencios históricos que Ampuero llena con ficción,  
entregando, además, un rostro humano, un rostro de mujer,  
que, hasta entonces eran apenas titulares de crónica roja o  
chismes de pasillo.  
de escape o un motor de lucha contra una realidad injusta,  
como: recibir golpes a diarios, humillaciones y agresiones. El  
sexo también puede irse debilitando hasta idealizarse como la  
única forma de autorrealización humana. Llegando al  
abandono absoluto. Así mismo sucede con otro tipo de  
actividades que si no existen maneras de canalizar las  
personalidades, los caracteres, nos queda la normalización de  
la violencia.  
John me calienta como nadie en el mundo. Un hambre  
que se alimenta de hambre. Nuestra vida sexual es  
nuestra vida entera, nos sobra todo  
y todos,  
dejamos de ver televisión, de salir, de ver a la gente. Nos  
la pasamos cogiendo. Nunca un hombre me ha hecho  
sentir lo que me hace sentir mi gringo, mi John, qué  
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La cultura femenina encuentra sus propios mecanismos  
de expresión y subsistencia, creándose, en todo caso, una  
escritura femenina sui generis, puesto que en ella se  
evidencian dos voces: la de la tradición masculina y, de  
manera simultánea, la de la tradición femenina, oculta ante la  
corriente principal. De esta forma, la diferencia de la escritura  
femenina sólo puede ser entendida en términos de la relación  
cultural compleja que está enraizada en la historia. La  
estructura dominante, por lo tanto, determina en muchas  
ocasiones a las estructuras silenciadas; sin embargo, aún por  
medio de las primeras, las segundas pueden manifestar de  
manera directa su experiencia tanto política como social y  
económica (Vivero y Cándida, 2008, p. 69).  
El texto literario, cuando es producido por mujeres, se  
vuelve inherentemente político, una carga que la sociedad  
tiende a percibir, aunque las escritoras no lo reconozcan  
explícitamente. Esta peculiaridad surge del hecho de que, en  
su esencia misma, el texto se convierte en una demanda de  
reconocimiento y espacio dentro del panorama literario y  
social. Además, esta complejidad se amplifica al considerar  
que el cuerpo está impregnado de marcadores identitarios  
definidos por la etnia, la religión, la geopolítica, el género y  
la edad. Esta intersección de factores resalta la intrincada red  
de experiencias individuales y colectivas que moldean  
nuestras narrativas y comprensiones del mundo.  
Nancy, poseedor de una visión que mira a la escritura como  
una suerte de tatuaje corporal.  
El análisis del machismo en relación con el cuerpo  
femenino es fundamental para comprender la violencia de  
género presente en la sociedad. El machismo se manifiesta de  
diversas formas, desde la objetivación del cuerpo de la mujer  
hasta la normalización de la violencia en su contra. Esta  
realidad se hace evidente en las declaraciones de críticos  
como Wilfrido Corral, quien, al expresarse en medios de  
comunicación, revela un discurso impregnado de prejuicios  
arraigados en el imaginario social ecuatoriano. Sus  
comentarios sugieren una desvalorización de la literatura  
escrita por mujeres, insinuando que esta solo logra  
reconocimiento internacional al seguir tendencias como el  
feminismo y la autoficción, mientras que sería ignorada si  
fuera publicada por editoriales locales. Esta actitud subraya la  
persistencia del machismo en el ámbito literario y refleja las  
barreras que enfrentan las escritoras para obtener  
reconocimiento y respeto en una sociedad profundamente  
patriarcal.  
Tras la revisión de importantes estudios críticos, se  
confirma que la literatura nacional está en buen camino  
debido a su capacidad para abordar temáticas universales  
desde perspectivas diversas y auténticas. Estas obras ofrecen  
una mirada única sobre la condición humana, enriqueciendo  
el panorama literario global con narrativas que exploran la  
identidad, la resistencia y las luchas sociales desde una óptica  
crítica, utilizando el cuerpo como mensaje final.  
El lenguaje femenino resultante del análisis de estas  
obras literarias, que reflejan una realidad aplastante contra  
todo lo que significa ser mujer, permite a sus autoras abordar  
el mundo sin tapujos, tanto en su personalidad como en sus  
voces en la vida real, eliminando así las máscaras sociales.  
Por ejemplo, Ampuero representa de manera cruda y directa  
la violencia ejercida sobre los cuerpos femeninos, desafiando  
así los tabúes y las normas de silencio que rodean este tema  
en la sociedad. Esta representación sin censura del cuerpo  
femenino violentado contribuye a visibilizar y confrontar la  
brutalidad que enfrentan las mujeres en su vida cotidiana,  
promoviendo así un diálogo abierto sobre la violencia de  
género y sus implicaciones sociales.  
El trato dado a la realidad social a través de la literatura  
permite mantener una relación muy específica con el mundo,  
al ofrecer una ventana única hacia la comprensión de la  
realidad social. A través de la narrativa, los lectores pueden  
explorar  
y reflexionar sobre diferentes perspectivas,  
experiencias y desafíos que enfrenta la sociedad, lo que les  
permite profundizar su comprensión sobre el mundo y, en  
muchos casos, inspirar acciones para el cambio y la  
transformación. Ampuero, por su parte, lo mira con terror, y  
es a través de esta emoción que pone en un plano terrenal las  
pesadillas presentes no en los sueños sino en la realidad.  
Están ahí, al doblar la esquina o entrando ahora mismo por la  
puerta de enfrente. Precisamente, en ese pesimismo la  
literatura de Ampuero encuentra su vitalidad. Su denuncia es  
frontal a través de una palabra, que nunca más será callada.  
DISCUSIÓN  
Todo esto provoca en el lector una incomodidad que  
refleja la realidad diaria. Esta incomodidad es directamente  
proporcional a los prejuicios de la nación de la que proviene  
esta literatura, que busca negar y rehacer literariamente esos  
prejuicios. La voz femenina deja de reproducir una realidad  
demasiado manoseada y llena de lugares comunes, como  
también se demuestra en la literatura contemporánea escrita  
por mujeres ecuatorianas como Mónica Ojeda, Daniela  
Alcívar Bellolio, Gabriela Ponce, y Natalia García Freire,  
entre muchas otras.  
Por ejemplo, en el ámbito político, el cuerpo se  
convierte en un terreno de lucha por el poder y el control. La  
imposición de normas y regulaciones sobre el cuerpo, ya sea  
a través de leyes restrictivas o políticas discriminatorias,  
ejerce una violencia estructural que afecta a individuos y  
comunidades enteras. La instrumentalización del cuerpo  
como medio para perpetuar agendas políticas contribuye a la  
opresión y marginalización de ciertos grupos, creando  
divisiones y conflictos en la sociedad.  
El libro Sacrificios humanosde María Fernanda  
Ampuero reúne relatos atravesados por el concepto cuerpo  
como símbolo de violencia y monstruosidad, relatos que están  
protagonizados por mujeres violentadas, doblemente, tanto  
por su condición de mujeres o por reunir otro tipo de  
características marcadas por los prejuicios, como ser  
migrante, por ejemplo. Ampuero profundiza en la  
exploración de otras condiciones disidentes que rodean al  
cuerpo, como el asco, la repugnancia y el rechazo hacia  
aquellos que son percibidos como «diferentes» debido a su  
apariencia o afecciones físicas. Estas representaciones  
destacan cómo el cuerpo, cuando se desvía de las normas  
sociales establecidas, puede convertirse en objeto de  
marginación y exclusión.  
Para comprender el concepto cuerpo, el presente estudio  
inventarió cómo este ha sido concebido, partiendo desde la  
acepción platónica que privilegia el alma y desprecia la carne,  
hasta la ruptura que provoca la filosofía a martillazos de  
Nietzsch que abre toda una corriente de pensamiento en  
torno al cuerpo como ente político, hasta llegar a Jean-Luc  
En el contexto religioso, el cuerpo adquiere un  
significado simbólico profundo. Las prácticas religiosas que  
involucran sacrificios humanos, como se retrata en la obra de  
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Ampuero, ilustran cómo la fe puede ser manipulada para  
justificar actos atroces. La cosificación del cuerpo en rituales  
de sacrificio refleja una relación compleja entre lo sagrado y  
lo profano, donde la veneración de lo divino puede conducir  
a la degradación y deshumanización del individuo.  
En el ámbito social, el cuerpo se convierte en un campo  
de batalla en la lucha por el reconocimiento y la inclusión.  
Los estándares de belleza impuestos por la sociedad generan  
presiones y expectativas irreales que pueden llevar a la  
alienación y a una autoestima deteriorada. Además, la  
objetificación del cuerpo, especialmente de ciertos grupos  
marginados, refuerza dinámicas de poder desiguales y  
perpetúa estereotipos dañinos.  
Con esos antecedentes, el análisis de "Sacrificios  
humanos" encuentra una división temática entre los relatos  
que tratan la violencia desde los seres físicamente atractivos,  
que usan su belleza como una máscara para llevar a cabo sus  
pulsiones más bajas, y los seres teratológicos, quienes, en  
cambio, son marginados.  
En ambos ejes (violencia y monstruosidad), la mujer es  
heroína y antagonista de sí misma. Sin embargo, en medio de  
esas contradicciones interiores de heroínas y antagonistas,  
provocadas por las configuraciones sociales basadas en un  
modelo patriarcal, sobresale la ciudad como símbolo de la  
promesa fallida de la modernidad. La ciudad se convierte en  
una auténtica antagonista de cada uno de los personajes,  
quienes entran y salen de este gran teatro del mundo, aullando  
de dolor sin saber si en algún momento alguien contestará ese  
alarido.  
Por otro lado, el tema del cuerpo como símbolo de la  
violencia y la monstruosidad no solo deja su huella en este  
libro de Ampuero, sino también en la obra general de las  
escritoras contemporáneas. En síntesis, ellas usan este  
símbolo para reflexionar sobre el espacio que ocupan las  
mujeres en sus respectivas sociedades, destacando la infancia  
como un reino de horror que preludia la impunidad y la  
indiferencia.  
A través de los graves conflictos sociales provocados  
por la misoginia, la homofobia, el racismo y la xenofobia,  
Ampuero construye atmósferas ominosas y personajes  
generalmente femeninos, problematizados por el mero hecho  
de existir. Estos personajes, al intentar sobrevivir en un  
mundo bárbaro, a menudo encuentran la muerte. Los cuentos,  
con finales siempre abiertos, deben ser completados por el  
lector como un ejercicio contra la propia realidad que permite  
y reproduce la impunidad. La imaginación también permite  
vislumbrar hacia dónde va la humanidad.  
En conclusión, la obra de Ampuero, y en particular  
“Sacrificios humanos”, utiliza el cuerpo como un potente  
símbolo de la violencia y la monstruosidad inherentes a la  
sociedad. Este simbolismo no solo cuestiona la brutalidad a  
la que están sometidas las mujeres, sino que también invita a  
una reflexión más amplia sobre la condición humana. Al  
final, es a través del cuerpo y su representación que Ampuero  
nos confronta con las realidades más oscuras de nuestra  
existencia, proponiendo una crítica profunda y necesaria a los  
sistemas de opresión que continúan vigentes.  
No obstante, esa respuesta es verbalizada a través de la  
escritura de Ampuero, quien, mediante la denuncia y la  
poetización del material real del que parte, conjura los  
fantasmas de sus personajes e interpela al lector. Esto nos  
muestra que los sacrificios humanos de la contemporaneidad  
están frente a nosotros. Entonces, el lector cae con los ojos  
abiertos junto a los personajes por la garganta negra del  
abismo profundo.  
Este estudio no pretende agotar los múltiples  
significados sobre el concepto de cuerpo identificados en la  
obra "Sacrificios humanos" de María Fernanda Ampuero,  
sino dejar claro que el eje temático del cuerpo como símbolo  
de violencia y monstruosidad gira en torno a una postura  
política de la autora. Esta postura no se alinea con la izquierda  
ni con la derecha, sino con la radicalidad de lo que significa  
encontrar una voz y, por tanto, un lugar como mujer en medio,  
no solo de la literatura, sino del mundo literario ecuatoriano  
lastrado de prejuicios.  
En ese sentido, futuros estudios podrían abordar la obra  
de otras escritoras ecuatorianas como Mónica Ojeda, Daniela  
Alcívar Bellolio, Gabriela Ponce y Natalia García Freire, así  
como de generaciones pasadas como Sonia Manzano, Lupe  
Rumazo y Alicia Yánez Cossío. Estos estudios permitirían  
comprender holísticamente el universo de las escritoras  
ecuatorianas y arrojar luz sobre los atávicos prejuicios  
machistas del país, proyectándolos en el presente para  
entender mejor por qué se es como se es.  
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